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lunes, 8 de julio de 2013

Portada - Argumento - Capítulo 1




Argumento                       .

        Antonia llevaba una vida tranquila, sin contratiempos, excepto los que su hermana le daba de vez en cuando, pero nunca pensó en tener que cruzar la cordillera y menos aun encontrar a un hombre que le removería todos los sentimientos pasionales que ella había deicidio guardar, por una mala experiencia amorosa.
        Pero lo que ella no sabía era que la pasión y el corazón no entienden de razones, ni de clases sociales, ni menos la forma que tiene la vida de mover sus hilos.
Para Antonia dejar todos sus prejuicios y vivir la vida, sin que le importe a nadie  más que a ella y entregarse a la pasión con un hombre que quiere cosas totalmente diferentes a lo que ella siempre soñó.
“No me debes nada” es una novela que te hará reír y emocionarte con las escenas más emotivas pero también te darán ganas de ahorcar a alguien, sin dejar de lado que algunas de estas escenas te proporcionaran mucho más que calor, si quieres saber más de lo que les  pasa a  los protagonistas de la historia no dejes de leer.


Capitulo 1

     Antonia daba vueltas en la cama, no podía conciliar el sueño y, cuando por fin comenzó a sentir a Morfeo a eso de las cuatro de la madrugada, sonó su celular, haciéndola saltar de la cama.
      —Aló —habló con el corazón encogido, pensando que algo malo había ocurrido por lo tarde que era.
      —Anto, ¿eres tú? —su hermana llamaba con una voz irreconocible.
      — ¿Qué pasa? , ¿Estás bien? —preguntó un poco alarmada.
      —Necesito que vengas —pidió su hermana, pero no continúo por que le arrebataron el teléfono.
      — ¿Antonia López? —Una mujer que no conocía habló por su hermana.
      —Sí, soy yo, ¿quién es usted? , ¡Páseme a Francisca!
   —Luz Estévez, la enfermera que cuida a su hermana, la estoy llamando desde Buenos Aires, su hermana…
      Ya despierta se adelantó a preguntar antes que le siguieran hablando.
      — ¿¡Que paso!? , ¿Mi hermana está bien? quiero hablar con ella. ¡Pásemela! ¡Ahora!
      La enfermera le entregó el teléfono a Francisca, era claro que Antonia no quería hablar con ella.
      —Anto, estoy en Buenos Aires porque…
      — ¡¿Cómo?! ¡Pero qué estás haciendo allá…!
      —Escucha plis, necesito que vengas.
      —¡Pero está loca!  ¿qué pasa?
      —Mira es que… —ya apenas se escuchaba, así que nuevamente Luz cogió el teléfono.
     —Le explico, mire su hermana se realizó una rinoplastia el día de ayer y tuvo una complicación, por lo que necesita que alguien la acompañe y me ha pedido que me comunique con usted, por eso la estoy llamando, porque no quiere estar sola y porque…
        — ¡Bueno pero que! ¿Cómo que hubo una complicación? —preguntaba alarmada.
       —Dice que no va a volver así, y no quiere que nadie sepa por qué quedó casi como Michael Jackson, y qué como está ahora no se vuelve a su país.
        <<Pero será tonta>> pensó.


        —De verdad, ¿Cómo esta ella? ¿De qué complicación me habla? Por dios que me estoy muriendo, por favor, dígame.
       —Tuvo una mala reacción a la anestesia, tiene la cara inflamada y amoratada, tendrá que permanecer unos días acá en el hospital, y por eso la hemos llamado, no se puede quedar sola y cuando le hemos pedido que nos dé el nombre de algún pariente para avisarle, nos ha dado su nombre, por eso la estamos llamando señorita López.
        Estaba paralizada pensando en lo irresponsable y loca que había sido su hermana cuando al fin pudo articular palabra.
        —Sí, sí, ahora me voy para allá, llegaré lo más rápido posible voy a tomar un avión y me voy —dijo apresuradamente—, cuídela por favor señorita —murmuro acongojada.
        Con la cabeza a mil por hora, sin saber muy bien que hacer se levantó y prendió el computador para ver la página de LAN. Con todos los nervios,  no pudo hacer mucho, así que decidió llamar, le dieron un pasaje para el medio día que le costaría un riñón y la mitad del otro, pero bueno, no había nada más que hacer, su hermana la necesitaba y la tarjeta aguantaría un poco más.
        Cuando se metió a la ducha lo único que sabía que no podía hacer era avisarle a su abuela María, quien ya era viejita y no quería causarle un disgusto más a causa de su hermana; ya suficiente tenía con aguantarlas, quererlas y encontrarlas las más lindas de Chile como decía ella, al acordarse de esas palabras Antonia recordó a su tata, quien había muerto hace poco y se le encogió el corazón.
        <<Ya dejémonos de recordar y pensar en mi viejito lindo y centrémonos en la pesadilla que se viene >>se dijo a sí misma, aunque en su interior lo que realmente le preocupaba era como estaría su hermana que, a pesar de todo lo que ella había cambiado, la quería más que a nada en el mundo, era su hermana pequeña, aunque sólo fuera un año menor.
        Cuando salió de la ducha ya eran las seis de la mañana y tenía que esperar hasta las nueve  para avisar en su trabajo que se ausentaría unos días, no sabía bien como irían a reaccionar, pero tampoco podía hacer otra cosa, tenía que ir, no tenía más opciones.
       Por otro lado estaba tranquila, tenía vacaciones acumuladas, que las estaba juntando para cumplir un sueño que tenía desde pequeña.
        Cuando ya era la hora, llamó para el estudio de abogados donde ella era secretaría administrativa.
        —Aló, ¿Carmen?
        —Buenos días Antonia, ¿Qué pasa?
       —Mira, lo que sucede es que tengo que solucionar un problema familiar y me tendré que ausentar unos días, yo creo que serán únicamente dos, así que de seguro el lunes estaré allí.
        —No te preocupes, todavía no llega nadie de personal, pero quédate tranquila, voy a hacer las gestiones para que esos días salgan de tus vacaciones y lo firmes cuando llegues.
          —Gracias, en serio te lo agradezco mucho.
          —Relájate, de algo que sirva ser la prima del jefe.
        Al cortar el teléfono, no podía dejar de pensar en lo gentil que era Carmen, una mujer mayor, que a pesar de estar jubilada hace rato  seguía trabajando y más que ser la secretaria del jefe, era la que llevaba todo al dedillo, desde los cumpleaños hasta los datos de los clientes más nuevos, y por ser tan afable se ganaba el cariño de todos, cuando la conocían más a fondo, porque a simple vista tenía cara de pocos amigos. 
        Con el pasar de las horas se sentía extraña, como ahogada, pensaba en Francisca, no sabía por qué, pero se lo atribuyó a la situación y lo tomó como angustia, ya no podía más con la espera, sólo quedaba esperar, dejó a su tortuga,  Matías, encargado con el portero, necesitaba que estuviera bien cuidado mientras ella estaba lejos.
        Entonces abordó un taxi hacia el aeropuerto.
      Cuando llegó al Arturo Merino Benítez y vio el taxímetro ya le empezó a doler el bolsillo, porque eso había que pagarlo con billetitos azules y no con el plástico que aguantaba más.
       Se dirigió al counter y esperó que el hombre formado delante de ella comprara su pasaje y, por lo que podía escuchar, también era un viaje de último minuto y en un abrir y cerrar de ojos, ya tenía pasaje confirmado en el próximo vuelo.
       <<Eso debe ser un buen augurio>>, pensó.
—Hola buenos días, llamé y reservé un pasaje por teléfono, aquí está el numero de reserva.
—Lo siento, pero ese asiento ya está tomado, lo acaban de comprar.
—¡Pero cómo!  si yo reservé por teléfono y lo deje listo.
—Pero no cancelado —contestó la señorita.
—Si, pero estaba  reservado, ¿Por qué se lo ha ofrecido a otra persona? —ella ya estaba alterada y de mal humor, producto del miedo de no poder viajar a ver a su hermana.
—Es que el señor que estuvo aquí recién es comodoro y tiene beneficios especiales —explicó la señorita en tono firme.
— ¡¿Pero cómo es posible?! Y ahora, ¿Cómo hago yo para solucionar el problema? ¡Tengo que viajar! ¡Es urgente! —reafirmó fuera de control.
—Cálmese. No se ponga así —intentó calmarla la mujer—, lo que yo le puedo ofrecer es estar atenta por si no se confirman todos los asientos y así usted podrá viajar sin problemas. 
—Ok ok, si no tengo más opción —respiró hondo para tranquilizarse, sin conseguirlo del todo, su hermana la necesitaba y ella no podía viajar por un tipo que se creía el dueño del mundo.
Lo que empezó como angustia ya se empezaba a transformar en desesperación por no poder viajar. Para no pensar se dirigió a comprar el periódico, pero justo en ese instante alguien se le adelantó  sacando el último ejemplar  que quedaba en la estantería.
<<Esto es el colmo de mi mala suerte>>pensó. 
Cuando se dio cuenta de quien se lo arrebató, terminó por encolerizarse.
— ¡Ah no! —reclamo en tono hosco—Ese periódico  lo he visto yo primero, de hecho, ya lo he pagado y usted lo ha sacado así sin más.
— ¿Perdón? —dijo él, dándose vuelta con extrañeza por ver quien le hablaba de esa manera sin ninguna razón, era un hombre de los que se ve poco, alto, sobre el metro noventa, con ojos verdosos, matizados con tonos cafés y unas pestañas que cualquier mujer envidiaría.
—Ese diario es mío —recalcó Antonia  levantando la barbilla y enarcando las cejas, en tono déspota.
—Está equivocada —aclaró el  hombre tranquilamente.
—No, no estoy equivocada yo  lo he pagado y usted simplemente lo ha sacado, así que, pásemelo mejor o si no… —se detuvo, no estaba pensando claro.
—O si no ¿Qué? —la desafío él.
—Mire démelo y dejemos esto hasta aquí mejor –contestó más calmada.
La pasividad del hombre ya no era tanta y como conocía su genio, se fue.
Esto fue un gran error, porque Antonia, como una loca desquiciada, se acercó a él y le quito el periódico de las manos, chocando con una señora que iba delante con una taza de café.
Todos los que estaban cerca miraban el incidente sin entender nada de nada.
El tipo se dio vuelta y no dispuesto a dejar el incidente pasar la miró con rudeza.
—Mire señora… —comenzó a decir.
— ¡Señorita! —corrigió con altivez.
—De acuerdo, señorita —dijo suspirando— le quería comunicar que junto con el desayuno, que ya pagué, me entregaron el periódico, por lo tanto…
—Por lo tanto, ¡nada!, es la segunda vez que usted me arrebata algo —reclamó al hombre que, por supuesto, no entendía nada.
Ya irritado por la situación y dispuesto a no ver más a esta histérica le entregó lo que tanto deseaba de mala manera, casi tirándoselo.
—Ahí lo tiene, señorita, léalo, a ver si así aprende algo —y dejándola con la palabra en la boca, se retiró rápidamente a su mesa.
    Antonia se sentía culpable por su reacción, no sabía por qué lo había hecho, pero ni muerta le pediría disculpas, su día por si solo ya era bastante malo para además, tener que reconocer su error, así que con cara de pocos amigos, se dio la vuelta con su periódico y se sentó lo más lejos posible del tipo y lo más cerca del counter, y comenzó a leer.
     Sus parpados ya casi se cerraban cuando escuchó una voz que le decía.
—Señorita, señorita.
Abrió los ojos y era una azafata.
     Pensó por un momento que todo era una pesadilla, pero no, ahí estaba ella, muerta de sueño en el aeropuerto esperando embarcar.
— ¿Dígame?
—Aquí quedó un pasaje sin confirmar es para el vuelo que está a punto de salir, ¿lo va a querer? Es un poco caro—dijo mostrándole el pasaje—, ese es el costo.
<<Como si tuviera otra opción>>pensó, pero enseguida reaccionó.
— ¡Tan caro!
—Es un pasaje de última hora, si lo hubiera comprado con anticipación le hubiera salido menos de la mitad —contestó la azafata, llevándola al mesón.
‹‹Con anticipación, claro, si este viaje lo vengo planeando desde hace tanto››se mofó para sí misma.
—Lo tomo, no tengo más opciones, cárguelo a esta tarjeta.
Se la entregó, mirando su tarjeta dorada que tan pocas veces había usado.
Después de un momento se la devolvió.
—Puede pasar a embarcar  por la puerta número 6, al fondo del pasillo a la derecha.
<<Como un baño>>, pensó y se rió; estaba más calmada por el incidente anterior y contenta por haber conseguido el pasaje, aunque el más caro del mundo, podía viajar a ver a su hermana. Avanzó hasta la puerta de embarque.
No había nadie, ya todos habían ingresado sólo las azafatas esperaban  y muy amablemente le solicitaron el documento y le dieron la bienvenida.
Mientras caminaba por la manga, pensaba en su hermana y en todo lo que esta hacía para agradar al hombre con quien estaba, y esto le molestó. ¿Por qué no podía quererla tal cual era? No era una belleza, pero su nariz era armónica con respecto a su cara y además la hacía ver igual a su madre, la que habían perdido junto a su padre en un accidente de auto cuando ellas tenían 11 y 12 años, y por eso se habían mudado a vivir con sus abuelos.
Empezó a mirar los números de los asientos y se quedó de piedra cuando se dio cuenta que el tipo que miraba por la ventana con un gesto serio era el del incidente de la cafetería y su compañero de asiento.
—Debe sentarse — le informó la azafata que estaba acomodando unas maletas en el compartimiento de arriba.
—Si, si, gracias —balbuceó apenas.
Cuando el hombre  de la ventana se volvió para mirarla, su cara se mostró  más que de sorpresa, enfado.
— ¡No lo puedo creer! —espetó, soltando el aire contenido.
—Mire,  no es lo que a mí me hubiese gustado, pero es lo que nos tocó, así que, por favor, hagamos como que no nos conocemos y llevemos el vuelo en paz, nos quedan varias horas por compartir, tome, aquí le doy el diario por si quiere leerlo.
Él se paró y se dirigió, sin siquiera mirarla hasta una de las sobrecargo  que estaba detrás de unas cortinas hablando  por teléfono.
—Señorita.
—Debe sentarse señor, el vuelo está por salir.
—No, escuche, necesito que me cambie de asiento en este  momento.
—Señor, lo lamento, el vuelo está lleno y no tenemos más asientos disponibles.
Este la miró con una sonrisa digna de comercial de pasta de dientes.
— ¿Sería tan amable, por favor, de ver que puede hacer? —dijo mirándola con intensidad.
—Claro, claro, señor, veré que podemos hacer por usted, estoy para ayudarlo —contestó la azafata totalmente embelesada por el extraño.
Esa era la reacción que él esperaba y la reacción que causaba siempre en las mujeres, a eso estaba acostumbrado, no a que lo trataran de la manera que lo había hecho anteriormente  su compañera de asiento.
Resignado, llego de vuelta a su puesto, donde se encontraba la mujer que lo tenia de tan mal humor.
Cuando la vio noto algo extraño en aquella mal educada, estaba con los ojos cerrados  moviendo los labios sin decir nada. ¡Estaba rezando! 
Una punzada sintió en el corazón sin saber por qué, sabía que esa mujer era prepotente, mal genio y mal educada, nada que ver con las mujeres que él se relacionaba, pero  al verla ahí tan tranquila  le dio una  extraña sensación.
— ¡¿Se te perdió algo o sigues parado ahí porque estas anclado!?
Todo lo que sintió antes, se fue por la borda. Ella no sabía por qué sólo podía decir malas palabras hacia él, pero únicamente eso le salía de su boca, sabía que ella no era así, pero él tampoco se lo ponía fácil.
—No, estaba por pedirte permiso para pasar, pero como claramente tú eres una mal educada, no creo que conozcas si quiera el significado de esas palabras.
—Pasa, pasa, por mi no te detengas.
En ese momento se sintió por el altavoz el mensaje de abrocharse los cinturones y enderezar los asientos. 
Rápidamente, ella enderezó el asiento y se puso tensa de inmediato frente a la atenta y sorprendida mirada de él.
Mientras el avión despegaba Antonia mantenía los ojos cerrados y las manos empuñadas, hasta que la azafata comenzó hablar, ella abrió los ojos y escuchó atentamente saliendo de su ensoñación.
—No se preocupe, esta trayecto es corto y aunque se moverá por momentos, es muy seguro volar, existen más accidentes de autos que de aviones, así que puede quedarse tranquila—le hablo el hombre a su lado. —Soy José Ignacio Zúñiga.
Le extrañó darse cuenta de que el hombre ahora era amable con ella.
— ¿Nacho? —preguntó para ser cortes.
—No —aclaró—.José Ignacio.
—Ah…eh…Antonia López.
—Es su primera vez —indicó él.
Al escuchar esto, sin saber por qué, se sintió incomoda, si el claramente se estaba refiriendo al vuelo, no a otra cosa.
—No, no es mi primera vez, he volado varias veces, sólo que no me logro acostumbrar.
<<Mentirosa>>, pensó él, pero quería tener un viaje tranquilo y no quería seguir discutiendo, no dijo nada.
Incomoda por como él la miraba y por la sensación de inferioridad que sentía al verlo, llamó a la azafata y le pidió un antifaz para poder descansar.
—Enseguida se la traigo —contesto ésta.
—Gracias se lo agradezco.
José Ignacio no entendía nada, porque  pesar de querer ser amable con ella, lo rechazaba y esto le molestaba increíblemente.
—Si va a dormir, mejor le cambio de asiento, así no la molesto si es que me quiero parar —bufó.
—Gracias pero no es necesario.
—Insisto —replicó él.
—Ok, ok —contestó de mala gana, cambiando de asiento.
Cuando llegó la azafata, ella se encontraba embobada mirando el cielo, las nubes, la cordillera y tardó un momento en reaccionar al escuchar que había traído su antifaz.
Quería dormir, estaba realmente cansada, pero lo hermoso del paisaje no la dejaba, quería mirar todo y grabar en su memoria lo que más pudiera y así, sin más suspiró.
— ¡Ay, qué cosa más linda!
— ¿Cómo?
—Ah no, nada, estaba hablando sola, disculpe…
El, con la arrogancia que lo caracterizaba, si con su buena educación le dijo:
—Es hermoso, pero cualquiera pensaría que con tantas veces que ha viajado ya estaría acostumbrada.
—Eh…, no, en realidad no.
Ya no podía echar marcha atrás a su mentira, si no, quedaría como una tonta, además de mentirosa para aquel hombre.
Pasado un rato y mirando el paisaje se quedo dormida profundamente.
De pronto José Ignacio se vio embelesado mirando a esa chica que, sin saber por qué, le atraía tanto. 
Era una tontera, a él no le faltaban mujeres, y menos aún porque a esta no la conocía y lo poco que sabía de ella es que no era como ninguna de sus amigas, ni siquiera era una belleza de mujer, era una mujer joven de pelo castaño oscuro largo, de tez blanca, ojos miel y unos labios…Esos eran los labios que él quería besar, perfectamente dibujados y sin ningún color excepto el rosado natural que estos tenían, ella era natural, normal incluso, pensó. De pronto Antonia se movió, soltando un pequeño ronquido que le hizo sonreír, cuando movió la cabeza un poco para acomodarse, vio divertido como una pequeña gota de saliva le caía por la comisura de los labios.
—Antonia, Antonia —susurró medio atontado por el momento <<si le digo que babea mientras duerme me mata seguro>>, pensó.
Al escuchar esa voz tan sexy abrió los ojos de golpe.
— ¿Qué, qué pasa? —contestó sobresaltándose— ¿Por qué me mira así?
—No, nada tranquila, ya estamos llegando, tienes que enderezar el asiento —le dijo, pasando lentamente sus dedos por la comisura seca ahora de su boca.
Al notar el calor de sus dedos, Antonia ni siquiera se quejó, sólo pudo mirarlo y disfrutar lo extasiada que estaba del momento, con una delicadeza que la hizo temblar de emoción.
De pronto, esa hermosa burbuja se rompió cuando el avión tuvo una pequeña turbulencia y cada uno volvió a su lugar sin decir ni una sola palabra.
Confundida por lo que le había pasado y con la angustia de recordar que había vuelto por su hermana, se paro rápidamente para salir del avión, de repente, él la tomó por el codo para decirle algo antes que se fuera.
— ¡Suélteme! ¿Qué le pasa?
Sin entender mucho, la miró para decirle algo, pero antes que pudiera siquiera esbozar la primera palabra, esta le grito.
— ¡No vuelva a tocarme! ¿Me escuchó? ¡Que te has creído!
Sin poder entender por qué ella reaccionaba así y desencajado por  su trato, la miró enojado. Ella se volvió dándole la espalda.
—Solo quería decirte que babeas mientras duermes, además de roncar— le soltó así sin más.
Dándose la vuelta como una fiera Antonia le grito.
— ¡¿Quien te crees que eres?! ¡Eres un idiota que va por la vida creyendo que todas caen rendidas a tus pies, haciendo lo que tú quieres! Pues siento decirte que con migo te equivocaste medio a medio, cuiquito.
Y como una flecha salió disparada hacia la salida, chocando con varios pasajeros en su huida, siendo mirada por muchas personas que no entendían nada.
Mientras, por otro lado, José Ignacio seguía sin entender nada, por qué de algún modo, le interesaba esa mujer que nada tenía que ver con su vida y aún así, quería tenerla en sus brazos.
No sabía nada de ella, sólo su nombre, pero para él, un hombre con influencias, no sería difícil saber cómo encontrarla…O al menos eso esperaba. 
Continuará...