Cuando dicen que el olor a tierra existe,
pues no exageran, y eso es lo que huelo al bajarme. Primero estiro las piernas
y aspiro para renovar mis pulmones, siento que es oxígeno puro, y gracias a eso
un mareo me desequilibra.
-¡Wow! -exclamo para mí misma cuando veo
las diferentes tonalidades de verde que se presentan ante mis ojos, esto es
como las colinas donde vivía Frodo, es una combinación perfecta entre
lo rural y lo citadino.
Disfruto unos segundos de esta paz y del
silencio que me entrega el campo. Cosa que dura poco porque un niño grita
sacándome de inmediato de mi ensoñación, así que cuan Carmela que llega al
campo voy a la boletería para preguntar cómo llego a la dirección que tengo.
Cuando el hombre por la ventanilla me dice
que debo tomar otro bus y que me demoraré dos horas más, literalmente me quiero
morir. Y claro, ahora entiendo por qué ese huaso “retamboleado” se rio cuando
le dije que yo solita podía llegar. Y sí….
« ¡Claro que voy a llegar!»
En el terminal, o especie de, porque solo
hay buses y gente subiéndose me doy cuenta que este debe ser el único bus que
va hacia el interior.
«Si los Santiaguinos se quejan del metro en
hora punta es que nunca han visto lo que estoy viendo yo, ¡hasta gallinas van
aquí!»
Al subir veo que mi puesto está ocupado,
pero no es que tenga más opciones, esto está lleno, voy donde el auxiliar y él
con una expresión de disculpa solo mueve los hombros, como si eso me sirviera.
-Al fondo -dice el chico con cara de
culpa-, al lado del baño hay un puesto desocupado.
Suspiro ¿Algo más me tiene que pasar hoy?
Ya sé, es porque no creo en ti, murmuro pensando en que todo lo ve.
Al sentarme noto de inmediato porque no
venden este asiento, es porque voy pegada a la ventana que está cubierta por un
plástico negro, y como si con eso no bastara además tengo que arrebujarme
contra ella cada vez que alguien quiere entrar al baño. Hasta una señora me pasa
su bebé regordete para que se lo cuide por unos segundos.
Tras media hora de viaje se acerca de nuevo
el auxiliar. Al que por cierto, odio.
-Le he conseguido un asiento, es un poco más
cómodo que este, pero…
-¡Pero nada! -llego a chillar de alegría-, ¡te lo agradezco mucho!
-Es lo menos que podemos hacer -me dice
apenado, indicándome que lo siga, y aunque voy tambaleando por las curvas sigo
por el pasillo sin caerme, hasta que cuando ya no veo más asientos me indica la
primera fila.
El asiento es del doble d tamaño que el
anterior, y el hombre que lo ocupa podría ser perfectamente un modelo, ¡es
guapísimo, y de verdad! ¡Hasta carita de ángel tiene!
Con una sonrisa amable me invita a sentarme
al momento que recoge el bolso que trae sobre el asiento.
-Disculpa, no sabía que faltaban asientos
–se excusa, y juro que me lo quiero comer a besos, ¡si es hasta educado!
-Gracias a ti -es lo único que se me ocurre
decir, y acto seguido me saco el celular del bolsillo que parece que ha
encontrado señal y ahora los mensajes no dejan de entrar. El del grupo de Las Brujas
lo ignoro, a Sofía le respondo con un beso porque me desea suerte, a Costabal
le marco en respuesta a su wathsap.
*Esta
me las pagas, espero que a la Bea se le ocurra tener conejos ahora y que a Sofía
le gusten tanto que te pida una docena, me emboscaste, eso no se hace. Además,
es inmoral, ¡ni tú ni yo creemos en el de arriba!
Le doy enviar un poco más fuerte de lo
normal, pero es que tengo una rabia con Costabal…
Y justo cuando voy a ver Facebook, suena un
mensaje entrante, nada más y nada menos que del “huaso” sí, porque así le puse,
total el teléfono es mío. Lo abro y leo:
*Espero
que hayas llegado bien, y que tu viaje fuera placentero, aunque si hubieras
accedido a venirte conmigo…
Furiosa comienzo a responderle, pero en un
acto divino se me ilumina la mente.
*El
tren fue increíble, hace años que no disfrutaba tanto, pero la verdad ahora sí
estoy feliz, me ha tocado un compañero de viaje de esos que solo aparecen en
revista, esto sí que es LA MAGIA DEL SUR.
Me rio con maldad, aunque igual es verdad,
de reojo lo miro y enserio que el hombre es wow, solo le daría un par de
cazuelas y estaría listo.
La respuesta no tarda en llegar.
*SÍ,
seguro que sí.
Eso me molesta, aunque son solo palabras, sé
que va un sarcasmo implícito y ni corta ni perezosa escribo.
*Menos
mal que llegaron los alemanes aquí,
gracias a ellos que tengo el compañero que tengo, y ahora, adiós, voy a
aprovechar el viaje.
Luego de esto siento vibrar el celular pero
me lo guardo, no pienso seguir en este estúpido juego de ver quien lo hace
mejor. O como dirían acá, “Quién mea más lejos”
Mientras pasamos unas curvas espantosas
cierro los ojos, siento que esta chatarra se va a volcar en cualquier momento,
y dudo que en este camino venga alguien rápido a rescatarnos, realmente estoy
donde el diablo perdió el poncho.
-Tranquila -me habla mi compañero tomándome
el brazo-, los conductores están acostumbrados.
Solo le respondo con una sincera sonrisa,
es genuina y de todo corazón.
-¿Ya estás más en paz? -pregunta
mostrándome una dentadura impecable, tardo en responder porque a decir verdad
no entiendo a qué se refiere.
-Parecía que discutías con todo el mundo
-añade.
-Es que a veces, como ahora el mundo entero
confabula en mi contra, es como si el karma hubiera decidido atacarme.
-Disculpa-me dice nuevamente-, es que
siempre uso estos asientos para estirar las piernas cuando el viaje es largo.
-¡No! -me justifico-, perdóname, tú, he
sido una tonta, no me refería a ti.
-Claro que te disculpo, pero recuerda que Dios
es el único que perdona -habla con una sonrisa afable.
-Dios, ni me hables de ese señor, por su
culpa estoy aquí, y no me malinterpretes, no es contigo.
-Interesante -murmura mirándome con un poco
de suspicacia, debo parecerle loca, ¿pero qué más da a estas alturas?
-Sí, bueno, es que es verdad, estoy aquí
por culpa del de arriba , por un idiota ateo y por otro que cree que si no
vengo me caerán las penas del infierno, ah…. y por una emboscada.
-¿Tan terrible es?
-Un problema, pero bueno, supongo que la
princesa lo vale, aunque el resto…
-En resumen, estás aquí obligada.
-En resumen, sí -confirmo, pero luego me
acuerdo de toda la verdad, y no sé porque me cuesta tan poco hablar con este
hombre-, bueno, no tan así, estoy pagando mis pecados.
-¿Pecadora? -pregunta, y aunque a juzgar
por esa voz ronca, no tiene ni una nota de contexto sexual, eso me alegra, es
como si fuera una amiga, pero de esas que no tienen sexo, porque si no, seguro
transformaban la oración en lujuria.
-Una pécora con sentencia que cumplir,
aunque igual creo que la penitencia es demasiado, estar aquí es…
-Mágico -me corta suavemente-, mira a tu
alrededor -me indica abriendo más la cortina-. ¿Cuántas veces tienes la
oportunidad de ver algo así, tan puro, tan mágico?
-La magia del sur…-sonrío, y él asiente.
-Entonces disfruta de este entorno, tal vez
tus amigos pensaron en ti por tu bien.
-Por mi bien, ¡ja! Lo que tú llamas por mi
bien es en realidad más un capricho, un complot.
-Pero algo bueno debe tener, ¿o no?
Lo pienso unos segundos y le suelto con
honestidad.
-Unos días de tranquilidad en este momento
me vienen de maravilla, así se aquietan las aguas en Santiago.
Él solo levanta una ceja y agrego:
-Ya te dije, pago mis pecados como
pecadora.
-¿Tan grave es?
-Mmm, creo que me pasé por alto un par de
mandamientos.
-¿Un par? -vuelve a sonreír con
benevolencia.
-Bueno, tal vez más, y para ser más
honesta, y que el de arriba termine de lapidarme te diré que casi cometí todos
los pecados capitales.
-Para no creer en el de arriba como dices tú,
sabes mucho.
-Uf, trece años en colegio de monja, me sé todos
los rezos, los cantos que existen.
-¿Y así no crees en Dios?
-¿Dios? ¿Qué es eso?, sirve de algo en
estos tiempos, mira que si existe está mirando hacia otro planeta, porque a
este te aseguro que no.
-¿Cómo así?
-¿No ves todo lo malo que pasa? Claro, es
que tú como vives acá no sabes todo lo que sucede -le digo acomodándome para
darle una clase de actualidad-, femicidios, violaciones, muertes, y a eso agrégale
todos los abusadores de la iglesia, yo no sé cómo tienen cara los curas para
seguir haciendo misas.
-Tienen fe.
-¿Fe? No me hagas reír, ellos no lo hacen
por fe, lo hacen por poder, por control, no son unos santos, ¿o me vas a decir
que crees que las monjas se casan con Dios y los curas son célibes toda la
vida? No, seguro muchos entran a la iglesia para ocultar sus verdaderos
sentimientos.
-¿De verdad lo crees?
-Creo eso y mucho más, pero no quiero
aburrirte, y tal vez tú sí crees en él, para que te voy a quitar la ilusión.
-¿Cual ilusión?
-La de que cuando te mueras te irás al
cielo y cuando llegue Jesús los muertos se levantarán y bla bla, porque la
realidad es que cuando te mueras, solo serás comida para gusanos, y si
despiertas es porque eres zombi.
Ambos nos reímos, me es fácil hablar con él,
y así seguimos por un largo rato hasta que el bus se detiene y el auxiliar me
dice que esta es mi parada.
-¿Vienes acá? -pregunta mi compañero
asombrado, y si, bueno, quien no si el bus se ha detenido en medio de la nada, ni
siquiera hemos llegado al pueblo.
-Sí, y tú ¿a dónde vas?
-Hasta el fin del camino.
-Bueno, ha sido un gusto
-El placer ha sido todo mío…
-Señorita -me apresura el auxiliar que no
me deja continuar con esta charla tan amena, así que sin más me toca decirle
adiós.
Al bajarme, me siento como “Miley Cyrus” en
su película. Parte el bus y solo veo prados, cerros y caballos, y a lo lejos un
camino de tierra. Sigo mi instinto y comienzo a caminar, no llevo ni cincuenta
metros arrastrando la maleta cuando oigo el clic de la rueda. Bien, lo último
que me faltaba, ahora tengo que cargarla, menos mal que no pesa tanto, y
gracias a mi inteligencia que vine con zapatillas, ¡mis favoritas!
Casi diez minutos después encuentro la
arbolada que el bruto me dibujó en una especie de mapa, ¡si hasta árboles le
hizo! Y bueno, según esto debo seguir avanzando, me siento como si estuviera en
un túnel verde con sonidos de diferentes animales, a un costado vacas, pero
una, sino que miles, y al otro ovejas, ¡wow!
Creo que me transporto en el tiempo al más
puro estilo de Laura Ingalls hasta que de pronto me detengo.
Esto… esto no es una casa es… es un caserón,
tan grande que no me lo puedo ni imaginar por dentro, pero rápidamente vuelvo a
la realidad al ver que Pedro está en la puerta mirando la hora, como diciendo
que estoy atrasada.
Sin
embargo, incluso con un poco de nerviosismo se acerca hacia mí, coge la maleta
en una mano y la otra la entrelaza con la mía.
Mierda, ¿qué está haciendo? Intento
soltarme pero su agarre aún es más fuerte, le tiro la mano para que me explique
algo, y él lo único que hace es erguirse aún más y sisear:
-Que comience la función.
Antes de poder reaccionar ante sus palabras
veo como se abre la puerta de la casa y salen dos chicas corriendo por el
sendero de piedra que da justo hasta donde estamos nosotros.
Sin dejarme reaccionar una se lanza a mis
brazos como si me conociera de toda la vida abrazándome con cariño, mientras la otra un poco más reticente
solo sonríe tímidamente.
-Es más linda de lo que me imaginaba -opina
la más “tocona”
Las chicas parecen gemelas, pero de mundos
totalmente diferentes, una está perfectamente vestida al estilo Barbie
campestre, mientras la otra parece que usa ropa tres tallas más grande que
ella.
-Amanda, guárdate tus comentarios -le
responde en tono autoritario a la chica, y ella de inmediato se calma.
Cuando las chicas se retiran un par de
centímetros lo miro y vuelvo a tratar de soltarme, pero nada.
-O me sueltas ahora mismo o…
-Veo que esta vez escogiste una mujer con
carácter -dice una voz ronca desde la puerta, y a los pocos segundos también
camina hacia nosotros.
-Madre…
-¡Mamá! -repito un tanto histérica por toda
la situación.
-Sí, y sígueme el juego -me ordena de mala
manera en tanto un escalofrío recorre mi cuerpo, a cada paso que la señora se
acerca me da más temor, tiene un halo autoritario en su andar que fácilmente
podría ser general de un ejército, o algo peor.
Se detiene frente a nosotros frunciendo los
labios, evidenciando así aún más las arrugas de su rostro, el silencio se
prolonga hasta que…
Ella es Francisca, la madrina de Sofía -me
presenta, y lo que sigue no me lo espero ni en mil años-, mi novia.
Mi cabeza se gira como si fuera la niña del
exorcista, pero el tirón que recibo del brazo me deja casi manca, y cuando voy
a responder siento que la tierra se abre entre mis pies
-Niñas, ¿saludaron ya a su futura nuera?
Creo que todo me da vueltas y cuan gata
entierro lo más posible las uñas en la mano de Pedro, que ni siquiera se
inmuta, y yo…, sigo muda.
La señora me da un beso y como si fuera un
trozo de carne dentro de un supermercado me toca las caderas y le habla a su
hijo.
-Está muy delgada -y dirigiéndose a mi
prosigue-, ustedes las niñas de ciudad no comen nada, pero unos días acá y todo
se va a arreglar. Bienvenida a la familia -concluye dándose la vuelta para
avanzar hacia la casa. Pero antes de dar medio paso lo encaro.
-Se puede saber que es esta… -no alcanzo a
nada, su cara se acerca a la mía, con
toda su fuerza me acerca, choco con una dura pared y el sin correrse ni un pelo
sube mis manos a su cuello. Yo intento separarme.
-¿Qué mierda crees que estás haciendo? -logro
balbucear nerviosa, y sin importarle nada sus labios carnosos devoran los míos
sin dejarme reaccionar.
-Ya te explico lo que sucede -susurra
pegado aun en mis labios con su cálido aliento-, piensa en Sofía y su deseo de bautizarse,
¿no le romperás el corazón verdad?
-Quítame las manos de encima -gruño enérgica,
y al fin lo hace-, no me gusta que me manoseen.
-¿Y si fuera Roberto? -me suelta con una
estúpida sonrisa. Estoy segura que expulso chispas de odio por los ojos.
-Tampoco.
-Eso es porque no has encontrado al hombre
que lo haga adecuadamente -arremete y entran mis propios principios a
defenderse.
-No necesito que ningún macho…
-Ya salió la feminista -me corta-, hombres,
pertenecemos a la raza humana, machos son los animales -recita como dándome una
cátedra de biología, me indigna.
-Lo tenías todo planeado -lo acuso de un
plan que no se bien de qué va.
-Te dije que te lo explicaré luego, por lo
demás, tómalo como un favor, te estoy dando algo en que pensar que no sea tu
verdadera realidad como amante de un hombre casado –me explica y eso me llega
como un puñal cizañero directo al corazón.
Me deja sin habla, herida en la moral y sin
nada que reprochar. De cierta forma es verdad.
Al entrar sus hermanas están esperándonos
junto a su madre que no deja de observarnos, me intimida, pero más lo hace la
cruz a tamaño natural que está en el salón principal, con corona de espinas y
todo.
-Pedro te enseñara la capilla para que
puedas rezar por la mañana.
-¿Rezar…? -susurro atontada, qué atontada, ¡achunchada!,
es como si estuviera en un convento, o peor, ¡en una sexta!
-Estamos en el mes de María -chilla Amanda enseñándome su rosario de oro y brillitos.
-Madre, Francisca reza el rosario en la
habitación.
-Claro, porque en la capital no tiene la
casa de nuestro señor cerca, en cambio acá es diferente.
-No la agobies.
-¡Hijo! -exclama tocándose el pecho, y eso
me parece extraño.
-Lo veremos, madre, lo veremos -suspira y
por primera vez lo veo amedrentado y cansado.
-Está bien, lleva el equipaje de Francisca
a la habitación, yo quiero mostrarle el lugar para que se sienta como en su
casa.
-No -chillo-, prefiero llevar mis cosas yo,
igualdad de condiciones, puedo solita con mis pertenencias, y…y después si
quiere me enseña la casa.
Con mala cara la señora asiente y yo suponiendo
que subiendo por la escalera encontraré la habitación avanzo, pero no pasan ni
dos segundos cuando la dictadora le dice a su hijo que tome la maleta, me la
arrebata de las manos y me obliga ahora a seguirlo.
Abre de una la puerta obligándome a entrar
y cuando la puerta se cierra detrás mí sisea:
-Esto no es como la capital-. Da un paso
hacia mí-. Te dejaré claro quién manda aquí.
-Perdón -suelto furiosa poniéndome las
manos en las caderas, mirándolo, pero ante mí no tengo un hombre normal, sino
que furioso de más de un metro ochenta de altura. Me quedo inmóvil, pero no por
miedo, sino que por este estúpido hormigueo un tanto sensual que estoy
sintiendo. ¿Pero qué me pasa? ¿Qué hago yo pensando en este hombre como algo
más, desnudo, en la cama y…en el sexo? ¡Estoy loca! Sobre todo porque tengo que
abrir los labios para respirar mejor. Recurriendo a mi mantra “Mente quita,
espalda recta y corazón tranquilo” me quito todo tipo de ideas para al fin
encararlo.
-Tienes dos minutos para darme una
explicación o salgo por esa puerta y le cuento todo a tu familia, y que te
quede claro que estos minutos se los debes a Sofía.
Pasa un segundo, luego otro, y otro, se da
vueltas por la habitación tocándose el pelo, revolviéndoselo, quedando aún más
sexy el desgraciado, en tanto a mí la desesperación ya me esta inundando.
-¡Habla!-le grito, porque es la verdad.
-Mi madre es religiosa…
-No me digas -me mofo, pero calló ante su
escrutadora mirada.
-Como te decía, ella es religiosa y muy
importante para la iglesia en este pueblo y en la región, jamás dejaría que Sofía se bautizara con
padrinos que no fueran pareja…
-Me estas webiando -me sale del alma.
-No digas garabatos -me increpa y
prosigue-. Te puede parecer una estupidez, pero así son las creencias, y como
Beatriz estaba empeñada que fueras tú…
-No se te ocurrió nada mejor que decirle a
tu canuta familia que yo era tu novia, y muy creyente por cierto.
-Exacto.
-¡Exacto! -vuelvo a gritar, pero esta vez más
despacio-, pues déjame aclararte que te equivocaste, no me haré pasar por tu
novia, sí por católica, ¡y eso por Sofía!
-Francisca, por favor -me dice en un ruego
un poco demandante-, mi madre está enferma.
-Ah sí -lo increpo tocándole el pecho con
mi dedo-, y me dirás que se va a morir mañana también.
-No -responde tajante.
-¡Vez! ¡Lo sabía!
-No se va a morir mañana pero sufre del
corazón, ¿puedes entenderlo?, puedes simplemente fingir una semana que eres mi
novia y sobre todo que eres católica, ¿tanto te cuesta hacerme un favor?
-A ti sí. Me engañaste, mentiroso.
-Tú engañas y mientes, no eres una santa, Francisca,
además, deberías usar tu propio termino, ese que inventaron ustedes -levanto
una ceja –. Sororidad.
-¿Quieres que sea Sorora con tu madre para
que tú no quedes de mentiroso? -pregunto asombrada.
-Quiero que mi madre esté feliz, y si para
eso debe creer que tú y yo tenemos una relación y que eres creyente, púes ahora
te conviertes en santa Francisca la novia ideal, punto y final.
Dicho esto y diciendo un sinfín de palabras
de grueso calibre se va y me deja completamente sola, pero no, esto no se va a
quedar así, salgo persiguiéndolo y cuando al fin me topo con él lo enfrento
-Mira huaso, hablas muy seguro de ti mismo,
jugaste las cartas, me ganaste la partida, pero ni remotamente el juego, quizás
te resulta hablarles así a las mujeres
de por acá, bien patética tu forma de actuar, pero a mí no, pareces un
protagonista de libro de los que yo leo, ¡pero de cuarta categoría!
-Cuidado, Francisca, tal vez creas que soy
un mal protagonista, pero al menos soy protagonista de primera línea, no como
los que acostumbras a actuar tú.
-¡Imbécil!
-Aceptas el juego -tantea, y con la rabia
que tengo respondo.
-Por supuesto que sí, y que quede claro,
solo por…
-Sofía, ya lo sé.
-No, por verte perder.
-¿Y qué apostamos?
-Más de lo que te puedes imaginar -suspiro
pensando en qué apostar, no se me ocurre nada, y es ahí cuando veo que el
diablo enfermo se acerca, y como si fuera lo más normal del mundo, me acerco y
le planto un don beso en la mejilla que lo deja sorprendido, tanto a él, a ella
y a mí.
-Pensé que ya se habían instalado,
tomaremos una agüita de hierbas en la terraza, para definir algunos detalles
del bautizo.
-Tengo todo pensado para ese día -digo
tocándome la cabeza –. San pinterest me ayudará.
-¿San qué?
-Ah… no se preocupe, luego se lo enseño -sonrio
y como no tengo a donde ir me devuelvo a la habitación. Me quedó de piedra
mirando la enorme cama que está en medio.
-Te intimida la cama -susurra el huaso,
pero si quiere jugar…
Me doy vuelta con coquetería, y aunque
estoy más que abrumada, con mucha tranquilidad le susurro en igual forma.
-Soy adulta, y una cama así no me intimida,
hay suficiente espacio para ambos. Yo
dormiré a la derecha.
-No dormiré a la izquierda.
-Perfecto - sonrío lanzándome al colchón
que me hace rebotar.
-Para no herir susceptibilidades, dormirás
a la contra derecha toda esta semana, si no, puedes bajar y explicarle a tu
madre porque siendo novios dormiremos en habitaciones separadas.
Me mira, me mira, se irrita, gruñe y al
final…, acepta.
-Espero que no ronques.
-Jamás he recibido quejas de ninguna mujer.
-Más te vale, o un balde de agua fría será
lo primero que sientas.
-No te atreverías.
-Pruébame y lo sabrás.
Nos miramos en silencio, retándonos,
ninguno quiere perder, hasta que decido darme una ducha, tengo demasiadas cosas
que pensar.
Pedro al fin se va y me quedo completamente
sola en esta tremenda habitación, que es bastante masculina, todo en tonos
azules, de madera y el cuarto de baño también es wow, la bañera de patas de
león doradas llaman mi atención, y como si fuera una poseída, cosa que no me
extrañaría ya que estoy en el infierno, enciendo el agua y comienzo a
desvestirme.
Al fin un poco más relajada decido hacerle
frente a la culpable de este error, cojo mi teléfono móvil y nada,
¡¡No hay señal!!
Esto es lo último que me faltaba, ¡estoy en
la prehistoria!
Golpean la puerta y una tímida mata de pelo
se asoma.
-¿Puedo pasar?
Sí, sí, claro-le digo saliendo rápidamente
de la bañera, solo con la toalla.
-Hola, soy Esperanza. No nos saludamos antes.
-No te preocupes, pasa, pasa, yo soy Francisca,
pero puedes llamarme Fran.
-Mi madre dice que bajes -habla tan bajito
que me sorprende su timidez, pero eso no le impide mirar con asombro uno de mis
sostenes que está sobre la cama.
-¿Te gusta? -digo tomándolo para
enseñárselo, no es la gran maravilla, solo es…. bordado con encaje blanco, y….
cortesía del innombrable.
-No, no eso es…
-¿Indecoroso? -termino la frase por ella.
Niega con la cabeza.
-Transparente. Y…, perdona que te pregunte,
pero mi hermano ¿deja que… los uses?
«Din din din din, venganza dulce venganza,
es como si varias luces se encendieran en mi cabeza, qué navidad, qué cuatro de
julio, esta es… la tercera guerra mundial y en colores» pienso sonriendo.
-¡Le encanta!, y ahora dile a tu mamita que
bajo enseguida.
Esperanza asiente y se va. En tanto yo como
si fuera la mejor de las modelos me abrocho solo los botones de debajo de mi
blusa, dejando ver algo más descubierto de lo que algunos quisieran ver.
Sintiéndome segura de mi misma bajo. Están
todos reunidos en el jardín, en una hermosa pérgola blanca rodeada de flores y…
una ¡virgen! Al mirarla me da un poco de
repelús, siento que me observa, pero no me amilano y sigo, hasta que Pedro que
me ve, casi voltea la cerveza que está bebiendo.
-Perdón la demora -me disculpo, y como si
nadie más existiera voy directo a sentarme al lado de mi “novio”
El diablo está un poco pálido, tal vez se
me pasó un poco la mano, pero lo alucinante es ver a la Barbie campestre que no
saca los ojos de mi sostén.
Ella, la más alegre, que creo que es adoptada,
porque de verdad es diferente a todos toma la batuta en esta conversación. Me
rio más fuerte de lo normal, y cada vez que puedo me persigno ante la de
blanco, hasta que Pedro sostiene mi mano para que no lo haga más.
-Bueno, y cómo se conocieron -pregunta con
resquemor la señora-. Pedro no nos ha contado nada, y está visto que tú no eres
de por acá.
-Tiene toda la razón, soy de la ciudad,
nacida y criada en Santiago -miento-, y bueno, conocí a Pelluco en…
-La iglesia -me interrumpe visiblemente incómodo.
Lo miro y prosigo ahora sí que con más ganas mi propia versión de cuento de
Disney.
-Sí, en la misa de domingo, ¿no es un
tierno? Pero eso no fue lo que me conquistó, sino lo amoroso que fue al
quedarse conmigo para repartir alimentos a la gente en situación de calle esa
tarde.
Un oh generalizado y orgullo es lo que
flota, cosa que no era mi idea.
-Y bueno, esa noche lo invité a mi departamento…
-Hablamos mucho -me vuelve a interrumpir
apretándome la pierna.
-Sí, muchísimo -recalco-, luego al otro día
cuando me llevó el desayuno supimos que éramos el uno para el otro.
-¿De… sayuno? -repite incrédula Esperanza.
-Sí -reafirmo-, un desayuno espectacular, y
bueno aunque me avergüence reconocerlo, ese día llegue tarde al trabajo -relato
como la santa que no soy.
Los ojos inquisidores de la señora me
observan detenidamente, en cambio el Huaso lo hace con inquina.
-Es que ustedes no se imaginan lo romántico
que es Pelluco, incluso esa tarde fue a buscarme al trabajo y me llevo flores.
¡Las más lindas que pudo cortar!
-¿Cortar?
-Uf, sí, Amanda -hago una escena digna de
imitar levantándome-. Cortó diferentes tipos y me dijo que no sabía cuál eran
mis preferidas, por eso me regalaba tantas, para que eligiera.
-Pedro -habla la voz ronca de la señora-,
veo que esto es más serio de lo que nos contaste.
-¡Amor! ¿No le contaste todos nuestros
planes? El bautismo de Sofía es solo el principio para que tengamos una gran
familia -y al decir eso me duele, siento una punzada en mi vientre-, queremos
muchos hijos y vivir ojalá en un hogar tan hermoso como este.
-Pero tú no querías vivir en Santiago -lo
interroga Amanda asombrada, casi aplaudiendo por todas las estupideces que
estoy diciendo.
-Bueno -. Pedro está literalmente devanándose
los sesos pensando en una respuesta, ¡y no puede!
-Es que no hay nada que el buen sexo no
pueda arreglar –remato con broche de oro.
-Francisca -espeta furioso.
-Pero mi cielo, es solo para procrear-
reafirmo persignándome por no sé qué número de vez.
-Creo que necesito descansar -habla la
señora, y les indica a sus hijas que es hora de acostarse, que mañana deben ir
al colegio.
-¿Puede ir a buscarnos Francisca? Di que sí,
mamá di que sí.
-Claro que sí, ¡allá estaré! -les digo con
una sonrisa verdadera, este par de chicas me hacen recordar la juventud con mis
amigas.
Cuando nos quedamos solos el huaso me suelta
al fin, porque si no lo hace estoy segura que va a explotar.
-¡¿Pero qué crees que estás haciendo?!
-¿Yo? -me hago la inocente.
-Sí, tú.
-Pues fingiendo, mi cielo, ¿no quieres que
sea una buena novia? -pregunto, y con sorna me respondo yo misma-, pues eso es
lo que soy, y así será hasta que me vaya de aquí, Pedrito.
La euforia empieza a desvanecerse y por
primera vez siento que me estoy metiendo en un juego que no se si podré controlar,
porque aunque no quiera reconocérselo ni a Cristo, este hombre me ¿gusta?
Al llegar a la habitación lo primero que
hago es quitarme la blusa, quiero una polera ancha que me haga sentir yo; estoy
en eso cuando como un toro enfurecido aparece de improviso, al verme se me
queda mirando, y como siempre me pasa, me avergüenzo de eso que no tengo.
-Estás jugando con fuego, Francisca -masculla-,
y no voy a permitir que me humilles ante mi familia contando estupideces –sisea.
En otro momento y con semejante hombre
seguro me amedrentaría, pero la rabia que corre por mis venas por lo que me
hizo aún tiene sed de venganza.
-No me interesa humillarte, ellas querían
una historia, pues bien, eso es lo que les di, ahora si no te gusta, mi
cielito, no es mi problema.
-Lo haces.
-Y eres tú el que habla de humillación, mentiroso
-le reprocho mientras veo como se está transformando en Hulk o en el toro
furioso que es apunto de atacar, pero al notar que solo me está mirando las
tetas, la furiosa soy yo.
-¡Qué! -lo reto quitándome la prenda de
vestir-, nunca has visto esto -habla mi feminista interior-, tú, también tienes
-camino directo a indicarle cuales son las suyas. Y cuando lo toco me
inmoviliza con sus brazos.
-Por qué te defiendes de esta manera tan vulgar,
humillándote a ti misma, Francisca, no te das cuenta que te quita todo lo
femenina que puedes llegar a ser -me advierte, y sé que le sonó más duro de lo
que quiere ver, aunque no dispuesta a darle la razón hablo.
-Quítate la camisa.
Me mira asombrado unos segundos sin
entender nada, pero de todos modos lo hace. Tomo de su mano y lo llevo hasta el
baño, estoy roja como un tomate, sobre todo ahora que estamos viendo nuestros
reflejos, pero quiero explicarle mi punto.
-Tú y yo somos iguales, tenemos lo mismo,
no me mires como si fuera un pedazo de carne que no soy.
-De Wagyu –carraspea susurrando en un hilo
de voz que casi no alcanzo a escuchar.
-¿Qué dijiste? -espeto.
-Que eres el mejor trozo de carne que he visto
en mi vida, y quiero probarlo.
Dos segundos tardo en comprender lo que me
dice. Y este preciso momento me abruma el deseo y la ira a partes iguales,
siento una desquiciada mezcla de lujuria y ternura, ya no me parece tan alto,
ni tan peligroso, ni tan toro, solo me parece…
-Perdona, no debí hablarte así -se disculpa
mirándome a los ojos-, no quise decirte una barbaridad, eres una mujer y te
respeto, pero me sacas de quicio y haces que diga cosas inaceptables
-Te disculpo, porque se supone que solo
perdona Dios, y ahora, suéltame por favor.
Pero contrario a soltarme me acerca todavía
más a su torso desnudo, por instinto arqueo mi espalda sintiendo su calor,
hasta que de repente me doy cuenta de su erección, suelto un jadeo y me quedo
quieta al instante.
-Parece que si te hablan golpeado te pones
caliente -lanzo para alivianar el momento.
-No, Francisca, eres tu quien me excita, lo
sabes muy bien y creo que ahora necesitas un abrazo.
-¿Un abrazo? ¿Crees que soy tan débil para
necesitar de un abrazo? -repito anonadada este tipo está loco, y de verdad.
-Así es, Francisca la feminista -dice y sin
pedirme permiso me abraza. Tiemblo al primer contacto, su calor, su paz, su
todo, él es quien me hace sentir así, aunque rápidamente recuerdo porque no le
convengo ni a él ni a nadie y me aparto.
-No necesito que me abraces, Pedro.
Es solo un simple abrazo, no te estoy
empotrando contra la pared-afirma como si hablara de algo muy normal, bueno, no
es que no lo sea, pero así, tan seguro de sí mismo.
Ni en tus mejores sueño, Pedrito. Pero dada
tu aclaración te diré que te mereces algo mucho mejor que yo, una mujer que
sepa bordar, que sepa coser, y que sepa criar…
-Nunca me ha gustado esa canción, pero esto
es solo un abrazo, no una declaración de amor -me aclara-, es solo un abrazo -susurra,
y como si no pasara nada me levanta del suelo unos centímetros. Me aferro a su
cuello para no caer, y cuando creo que me estoy relajando siento mis pezones
traicioneros duros amoldándose perfectamente a su cuerpo.
Pedro suspira mi aroma y vuelve a pedirme
disculpas por su infortunado comentario, pero yo….
¿Quiero realmente unas disculpas? ¿O quiero
algo más?
Si te gustó, comenta y comparte, tu opinión es muy importante para mí.
PD: Queridas chicas, sé que aman al huaso, (aunque no sé por qué) pero debo comunicarles que podrán leerlo completo en una novela que saldrá cuando termine de escribir a Athol, mi amor.