miércoles, 13 de marzo de 2019

Y tú...¿Quién crees que eres? cap IV

 Capítulo 4
Cuando dicen que el olor a tierra existe, pues no exageran, y eso es lo que huelo al bajarme. Primero estiro las piernas y aspiro para renovar mis pulmones, siento que es oxígeno puro, y gracias a eso un mareo me desequilibra.
-¡Wow! -exclamo para mí misma cuando veo las diferentes tonalidades de verde que se presentan ante mis ojos, esto es como las colinas donde vivía  Frodo, es una combinación perfecta entre lo rural y lo citadino.
Disfruto unos segundos de esta paz y del silencio que me entrega el campo. Cosa que dura poco porque un niño grita sacándome de inmediato de mi ensoñación, así que cuan Carmela que llega al campo voy a la boletería para preguntar cómo llego a la dirección que tengo.
Cuando el hombre por la ventanilla me dice que debo tomar otro bus y que me demoraré dos horas más, literalmente me quiero morir. Y claro, ahora entiendo por qué ese huaso “retamboleado” se rio cuando le dije que yo solita podía llegar. Y sí….
« ¡Claro que voy a llegar!»
En el terminal, o especie de, porque solo hay buses y gente subiéndose me doy cuenta que este debe ser el único bus que va hacia el interior.
«Si los Santiaguinos se quejan del metro en hora punta es que nunca han visto lo que estoy viendo yo, ¡hasta gallinas van aquí!»
Al subir veo que mi puesto está ocupado, pero no es que tenga más opciones, esto está lleno, voy donde el auxiliar y él con una expresión de disculpa solo mueve los hombros, como si eso me sirviera.
-Al fondo -dice el chico con cara de culpa-, al lado del baño hay un puesto desocupado.
Suspiro ¿Algo más me tiene que pasar hoy? Ya sé, es porque no creo en ti, murmuro pensando en que todo lo ve.
Al sentarme noto de inmediato porque no venden este asiento, es porque voy pegada a la ventana que está cubierta por un plástico negro, y como si con eso no bastara además tengo que arrebujarme contra ella cada vez que alguien quiere entrar al baño. Hasta una señora me pasa su bebé regordete para que se lo cuide por unos segundos.
Tras media hora de viaje se acerca de nuevo el auxiliar. Al que por cierto, odio.
-Le he conseguido un asiento, es un poco más cómodo que este, pero…
-¡Pero nada! -llego a chillar de alegría-,  ¡te lo agradezco mucho!
-Es lo menos que podemos hacer -me dice apenado, indicándome que lo siga, y aunque voy tambaleando por las curvas sigo por el pasillo sin caerme, hasta que cuando ya no veo más asientos me indica la primera fila.
El asiento es del doble d tamaño que el anterior, y el hombre que lo ocupa podría ser perfectamente un modelo, ¡es guapísimo, y de verdad! ¡Hasta carita de ángel tiene!
Con una sonrisa amable me invita a sentarme al momento que recoge el bolso que trae sobre el asiento.
-Disculpa, no sabía que faltaban asientos –se excusa, y juro que me lo quiero comer a besos, ¡si es hasta educado!
-Gracias a ti -es lo único que se me ocurre decir, y acto seguido me saco el celular del bolsillo que parece que ha encontrado señal y ahora los mensajes no dejan de entrar. El del grupo de Las Brujas lo ignoro, a Sofía le respondo con un beso porque me desea suerte, a Costabal le marco en respuesta a su wathsap.

*Esta me las pagas, espero que a la Bea se le ocurra tener conejos ahora y que a Sofía le gusten tanto que te pida una docena, me emboscaste, eso no se hace. Además, es inmoral, ¡ni tú ni yo creemos en el de arriba!

Le doy enviar un poco más fuerte de lo normal, pero es que tengo una rabia con Costabal…
Y justo cuando voy a ver Facebook, suena un mensaje entrante, nada más y nada menos que del “huaso” sí, porque así le puse, total el teléfono es mío. Lo abro y leo:

*Espero que hayas llegado bien, y que tu viaje fuera placentero, aunque si hubieras accedido a venirte conmigo…

Furiosa comienzo a responderle, pero en un acto divino se me ilumina la mente.

*El tren fue increíble, hace años que no disfrutaba tanto, pero la verdad ahora sí estoy feliz, me ha tocado un compañero de viaje de esos que solo aparecen en revista, esto sí que es LA MAGIA DEL SUR.

Me rio con maldad, aunque igual es verdad, de reojo lo miro y enserio que el hombre es wow, solo le daría un par de cazuelas y estaría listo.
La respuesta no tarda en llegar.

*SÍ, seguro que sí.

Eso me molesta, aunque son solo palabras, sé que va un sarcasmo implícito y ni corta ni perezosa escribo.

*Menos mal que llegaron los alemanes  aquí, gracias a ellos que tengo el compañero que tengo, y ahora, adiós, voy a aprovechar el viaje.



Luego de esto siento vibrar el celular pero me lo guardo, no pienso seguir en este estúpido juego de ver quien lo hace mejor. O como dirían acá, “Quién mea más lejos”
Mientras pasamos unas curvas espantosas cierro los ojos, siento que esta chatarra se va a volcar en cualquier momento, y dudo que en este camino venga alguien rápido a rescatarnos, realmente estoy donde el diablo perdió el poncho.
-Tranquila -me habla mi compañero tomándome el brazo-, los conductores están acostumbrados.
Solo le respondo con una sincera sonrisa, es genuina y de todo corazón.
-¿Ya estás más en paz? -pregunta mostrándome una dentadura impecable, tardo en responder porque a decir verdad no entiendo a qué se refiere.
-Parecía que discutías con todo el mundo -añade.
-Es que a veces, como ahora el mundo entero confabula en mi contra, es como si el karma hubiera decidido atacarme.
-Disculpa-me dice nuevamente-, es que siempre uso estos asientos para estirar las piernas cuando el viaje es largo.
-¡No! -me justifico-, perdóname, tú, he sido una tonta, no me refería a ti.
-Claro que te disculpo, pero recuerda que Dios es el único que perdona -habla con una sonrisa afable.
-Dios, ni me hables de ese señor, por su culpa estoy aquí, y no me malinterpretes, no es contigo.
-Interesante -murmura mirándome con un poco de suspicacia, debo parecerle loca, ¿pero qué más da a estas alturas?
-Sí, bueno, es que es verdad, estoy aquí por culpa del de arriba , por un idiota ateo y por otro que cree que si no vengo me caerán las penas del infierno, ah…. y por una emboscada.
-¿Tan terrible es?
-Un problema, pero bueno, supongo que la princesa lo vale, aunque el resto…
-En resumen, estás aquí obligada.
-En resumen, sí -confirmo, pero luego me acuerdo de toda la verdad, y no sé porque me cuesta tan poco hablar con este hombre-, bueno, no tan así, estoy pagando mis pecados.
-¿Pecadora? -pregunta, y aunque a juzgar por esa voz ronca, no tiene ni una nota de contexto sexual, eso me alegra, es como si fuera una amiga, pero de esas que no tienen sexo, porque si no, seguro transformaban la oración en lujuria.
-Una pécora con sentencia que cumplir, aunque igual creo que la penitencia es demasiado, estar aquí es…
-Mágico -me corta suavemente-, mira a tu alrededor -me indica abriendo más la cortina-. ¿Cuántas veces tienes la oportunidad de ver algo así, tan puro, tan mágico?
-La magia del sur…-sonrío, y él asiente.
-Entonces disfruta de este entorno, tal vez tus amigos pensaron en ti por tu bien.
-Por mi bien, ¡ja! Lo que tú llamas por mi bien es en realidad más un capricho, un complot.
-Pero algo bueno debe tener, ¿o no?
Lo pienso unos segundos y le suelto con honestidad.
-Unos días de tranquilidad en este momento me vienen de maravilla, así se aquietan las aguas en Santiago.
Él solo levanta una ceja y agrego:
-Ya te dije, pago mis pecados como pecadora.
-¿Tan grave es?
-Mmm, creo que me pasé por alto un par de mandamientos.
-¿Un par? -vuelve a sonreír con benevolencia.
-Bueno, tal vez más, y para ser más honesta, y que el de arriba termine de lapidarme te diré que casi cometí todos los pecados capitales.
-Para no creer en el de arriba como dices tú, sabes mucho.
-Uf, trece años en colegio de monja, me sé todos los rezos, los cantos que existen.
-¿Y así no crees en Dios?
-¿Dios? ¿Qué es eso?, sirve de algo en estos tiempos, mira que si existe está mirando hacia otro planeta, porque a este te aseguro que no.
-¿Cómo así?
-¿No ves todo lo malo que pasa? Claro, es que tú como vives acá no sabes todo lo que sucede -le digo acomodándome para darle una clase de actualidad-, femicidios, violaciones, muertes, y a eso agrégale todos los abusadores de la iglesia, yo no sé cómo tienen cara los curas para seguir haciendo misas.
-Tienen fe.
-¿Fe? No me hagas reír, ellos no lo hacen por fe, lo hacen por poder, por control, no son unos santos, ¿o me vas a decir que crees que las monjas se casan con Dios y los curas son célibes toda la vida? No, seguro muchos entran a la iglesia para ocultar sus verdaderos sentimientos.
-¿De verdad lo crees?
-Creo eso y mucho más, pero no quiero aburrirte, y tal vez tú sí crees en él, para que te voy a quitar la ilusión.
-¿Cual ilusión?
-La de que cuando te mueras te irás al cielo y cuando llegue Jesús los muertos se levantarán y bla bla, porque la realidad es que cuando te mueras, solo serás comida para gusanos, y si despiertas es porque eres zombi.
Ambos nos reímos, me es fácil hablar con él, y así seguimos por un largo rato hasta que el bus se detiene y el auxiliar me dice que esta es mi parada.
-¿Vienes acá? -pregunta mi compañero asombrado, y si, bueno, quien no si el bus se ha detenido en medio de la nada, ni siquiera hemos llegado al pueblo.
-Sí, y tú ¿a dónde vas?
-Hasta el fin del camino.
-Bueno, ha sido un gusto
-El placer ha sido todo mío…
-Señorita -me apresura el auxiliar que no me deja continuar con esta charla tan amena, así que sin más me toca decirle adiós.
Al bajarme, me siento como “Miley Cyrus” en su película. Parte el bus y solo veo prados, cerros y caballos, y a lo lejos un camino de tierra. Sigo mi instinto y comienzo a caminar, no llevo ni cincuenta metros arrastrando la maleta cuando oigo el clic de la rueda. Bien, lo último que me faltaba, ahora tengo que cargarla, menos mal que no pesa tanto, y gracias a mi inteligencia que vine con zapatillas, ¡mis favoritas!
Casi diez minutos después encuentro la arbolada que el bruto me dibujó en una especie de mapa, ¡si hasta árboles le hizo! Y bueno, según esto debo seguir avanzando, me siento como si estuviera en un túnel verde con sonidos de diferentes animales, a un costado vacas, pero una, sino que miles, y al otro ovejas, ¡wow!
Creo que me transporto en el tiempo al más puro estilo de Laura Ingalls hasta que de pronto me detengo.
Esto… esto no es una casa es… es un caserón, tan grande que no me lo puedo ni imaginar por dentro, pero rápidamente vuelvo a la realidad al ver que Pedro está en la puerta mirando la hora, como diciendo que estoy atrasada.
 Sin embargo, incluso con un poco de nerviosismo se acerca hacia mí, coge la maleta en una mano y la otra la entrelaza con la mía.
Mierda, ¿qué está haciendo? Intento soltarme pero su agarre aún es más fuerte, le tiro la mano para que me explique algo, y él lo único que hace es erguirse aún más y sisear:
-Que comience la función.
Antes de poder reaccionar ante sus palabras veo como se abre la puerta de la casa y salen dos chicas corriendo por el sendero de piedra que da justo hasta donde estamos nosotros.
Sin dejarme reaccionar una se lanza a mis brazos como si me conociera de toda la vida abrazándome  con cariño, mientras la otra un poco más reticente solo sonríe tímidamente.
-Es más linda de lo que me imaginaba -opina la más “tocona”
Las chicas parecen gemelas, pero de mundos totalmente diferentes, una está perfectamente vestida al estilo Barbie campestre, mientras la otra parece que usa ropa tres tallas más grande que ella.
-Amanda, guárdate tus comentarios -le responde en tono autoritario a la chica, y ella de inmediato se calma.
Cuando las chicas se retiran un par de centímetros lo miro y vuelvo a tratar de soltarme, pero nada.
-O me sueltas ahora mismo o…
-Veo que esta vez escogiste una mujer con carácter -dice una voz ronca desde la puerta, y a los pocos segundos también camina hacia nosotros.
-Madre…
-¡Mamá! -repito un tanto histérica por toda la situación.
-Sí, y sígueme el juego -me ordena de mala manera en tanto un escalofrío recorre mi cuerpo, a cada paso que la señora se acerca me da más temor, tiene un halo autoritario en su andar que fácilmente podría ser general de un ejército, o algo peor.
Se detiene frente a nosotros frunciendo los labios, evidenciando así aún más las arrugas de su rostro, el silencio se prolonga hasta que…
Ella es Francisca, la madrina de Sofía -me presenta, y lo que sigue no me lo espero ni en mil años-, mi novia.
Mi cabeza se gira como si fuera la niña del exorcista, pero el tirón que recibo del brazo me deja casi manca, y cuando voy a responder siento que la tierra se abre entre mis pies
-Niñas, ¿saludaron ya a su futura nuera?
Creo que todo me da vueltas y cuan gata entierro lo más posible las uñas en la mano de Pedro, que ni siquiera se inmuta, y yo…, sigo muda.
La señora me da un beso y como si fuera un trozo de carne dentro de un supermercado me toca las caderas y le habla a su hijo.
-Está muy delgada -y dirigiéndose a mi prosigue-, ustedes las niñas de ciudad no comen nada, pero unos días acá y todo se va a arreglar. Bienvenida a la familia -concluye dándose la vuelta para avanzar hacia la casa. Pero antes de dar medio paso lo encaro.
-Se puede saber que es esta… -no alcanzo a nada, su cara se acerca a la mía,  con toda su fuerza me acerca, choco con una dura pared y el sin correrse ni un pelo sube mis manos a su cuello. Yo intento separarme.
-¿Qué mierda crees que estás haciendo? -logro balbucear nerviosa, y sin importarle nada sus labios carnosos devoran los míos sin dejarme reaccionar.
-Ya te explico lo que sucede -susurra pegado aun en mis labios con su cálido aliento-, piensa en Sofía y su deseo de bautizarse, ¿no le romperás el corazón verdad?
-Quítame las manos de encima -gruño enérgica, y al fin lo hace-, no me gusta que me manoseen.
-¿Y si fuera Roberto? -me suelta con una estúpida sonrisa. Estoy segura que expulso chispas de odio por los ojos.
-Tampoco.
-Eso es porque no has encontrado al hombre que lo haga adecuadamente -arremete y entran mis propios principios a defenderse.
-No necesito que ningún macho…
-Ya salió la feminista -me corta-, hombres, pertenecemos a la raza humana, machos son los animales -recita como dándome una cátedra de biología, me indigna.
-Lo tenías todo planeado -lo acuso de un plan que no se bien de qué va.
-Te dije que te lo explicaré luego, por lo demás, tómalo como un favor, te estoy dando algo en que pensar que no sea tu verdadera realidad como amante de un hombre casado –me explica y eso me llega como un puñal cizañero directo al corazón.
Me deja sin habla, herida en la moral y sin nada que reprochar. De cierta forma es verdad.
Al entrar sus hermanas están esperándonos junto a su madre que no deja de observarnos, me intimida, pero más lo hace la cruz a tamaño natural que está en el salón principal, con corona de espinas y todo.
-Pedro te enseñara la capilla para que puedas rezar por la mañana.
-¿Rezar…? -susurro atontada, qué atontada, ¡achunchada!, es como si estuviera en un convento, o peor, ¡en una sexta!
-Estamos en el mes de María -chilla Amanda  enseñándome su rosario de oro y brillitos.
-Madre, Francisca reza el rosario en la habitación.
-Claro, porque en la capital no tiene la casa de nuestro señor cerca, en cambio acá es diferente.
-No la agobies.
-¡Hijo! -exclama tocándose el pecho, y eso me parece extraño.
-Lo veremos, madre, lo veremos -suspira y por primera vez lo veo amedrentado y cansado.
-Está bien, lleva el equipaje de Francisca a la habitación, yo quiero mostrarle el lugar para que se sienta como en su casa.
-No -chillo-, prefiero llevar mis cosas yo, igualdad de condiciones, puedo solita con mis pertenencias, y…y después si quiere me enseña la casa.
Con mala cara la señora asiente y yo suponiendo que subiendo por la escalera encontraré la habitación avanzo, pero no pasan ni dos segundos cuando la dictadora le dice a su hijo que tome la maleta, me la arrebata de las manos y me obliga ahora a seguirlo.
Abre de una la puerta obligándome a entrar y cuando la puerta se cierra detrás mí sisea:
-Esto no es como la capital-. Da un paso hacia mí-. Te dejaré claro quién manda aquí.
-Perdón -suelto furiosa poniéndome las manos en las caderas, mirándolo, pero ante mí no tengo un hombre normal, sino que furioso de más de un metro ochenta de altura. Me quedo inmóvil, pero no por miedo, sino que por este estúpido hormigueo un tanto sensual que estoy sintiendo. ¿Pero qué me pasa? ¿Qué hago yo pensando en este hombre como algo más, desnudo, en la cama y…en el sexo? ¡Estoy loca! Sobre todo porque tengo que abrir los labios para respirar mejor. Recurriendo a mi mantra “Mente quita, espalda recta y corazón tranquilo” me quito todo tipo de ideas para al fin encararlo.
-Tienes dos minutos para darme una explicación o salgo por esa puerta y le cuento todo a tu familia, y que te quede claro que estos minutos se los debes a Sofía.
Pasa un segundo, luego otro, y otro, se da vueltas por la habitación tocándose el pelo, revolviéndoselo, quedando aún más sexy el desgraciado, en tanto a mí la desesperación ya me esta inundando.
-¡Habla!-le grito, porque es la verdad.
-Mi madre es religiosa…
-No me digas -me mofo, pero calló ante su escrutadora mirada.
-Como te decía, ella es religiosa y muy importante para la iglesia en este pueblo y en la región,  jamás dejaría que Sofía se bautizara con padrinos que no fueran pareja…
-Me estas webiando -me sale del alma.
-No digas garabatos -me increpa y prosigue-. Te puede parecer una estupidez, pero así son las creencias, y como Beatriz estaba empeñada que fueras tú…
-No se te ocurrió nada mejor que decirle a tu canuta familia que yo era tu novia, y muy creyente por cierto.
-Exacto.
-¡Exacto! -vuelvo a gritar, pero esta vez más despacio-, pues déjame aclararte que te equivocaste, no me haré pasar por tu novia, sí por católica, ¡y eso por Sofía!
-Francisca, por favor -me dice en un ruego un poco demandante-, mi madre está enferma.
-Ah sí -lo increpo tocándole el pecho con mi dedo-, y me dirás que se va a morir mañana también.
-No -responde tajante.
-¡Vez! ¡Lo sabía!
-No se va a morir mañana pero sufre del corazón, ¿puedes entenderlo?, puedes simplemente fingir una semana que eres mi novia y sobre todo que eres católica, ¿tanto te cuesta hacerme un favor?
-A ti sí. Me engañaste, mentiroso.
-Tú engañas y mientes, no eres una santa, Francisca, además, deberías usar tu propio termino, ese que inventaron ustedes -levanto una ceja –. Sororidad.
-¿Quieres que sea Sorora con tu madre para que tú no quedes de mentiroso? -pregunto asombrada.
-Quiero que mi madre esté feliz, y si para eso debe creer que tú y yo tenemos una relación y que eres creyente, púes ahora te conviertes en santa Francisca la novia ideal, punto y final.
Dicho esto y diciendo un sinfín de palabras de grueso calibre se va y me deja completamente sola, pero no, esto no se va a quedar así, salgo persiguiéndolo y cuando al fin me topo con él lo enfrento
-Mira huaso, hablas muy seguro de ti mismo, jugaste las cartas, me ganaste la partida, pero ni remotamente el juego, quizás  te resulta hablarles así a las mujeres de por acá, bien patética tu forma de actuar, pero a mí no, pareces un protagonista de libro de los que yo leo, ¡pero de cuarta categoría!
-Cuidado, Francisca, tal vez creas que soy un mal protagonista, pero al menos soy protagonista de primera línea, no como los que acostumbras a actuar tú.
-¡Imbécil!
-Aceptas el juego -tantea, y con la rabia que tengo respondo.
-Por supuesto que sí, y que quede claro, solo por…
-Sofía, ya lo sé.
-No, por verte perder.
-¿Y qué apostamos?
-Más de lo que te puedes imaginar -suspiro pensando en qué apostar, no se me ocurre nada, y es ahí cuando veo que el diablo enfermo se acerca, y como si fuera lo más normal del mundo, me acerco y le planto un don beso en la mejilla que lo deja sorprendido, tanto a él, a ella y a mí.
-Pensé que ya se habían instalado, tomaremos una agüita de hierbas en la terraza, para definir algunos detalles del bautizo.
-Tengo todo pensado para ese día -digo tocándome la cabeza –. San pinterest me ayudará.
-¿San qué?
-Ah… no se preocupe, luego se lo enseño -sonrio y como no tengo a donde ir me devuelvo a la habitación. Me quedó de piedra mirando la enorme cama que está en medio.

-Te intimida la cama -susurra el huaso, pero si quiere jugar…
Me doy vuelta con coquetería, y aunque estoy más que abrumada, con mucha tranquilidad le susurro en igual forma.
-Soy adulta, y una cama así no me intimida, hay suficiente espacio para ambos.  Yo dormiré a la derecha.
-No dormiré a la izquierda.
-Perfecto - sonrío lanzándome al colchón que me hace rebotar.
-Para no herir susceptibilidades, dormirás a la contra derecha toda esta semana, si no, puedes bajar y explicarle a tu madre porque siendo novios dormiremos en habitaciones separadas.
Me mira, me mira, se irrita, gruñe y al final…, acepta.
-Espero que no ronques.
-Jamás he recibido quejas de ninguna mujer.
-Más te vale, o un balde de agua fría será lo primero que sientas.
-No te atreverías.
-Pruébame y lo sabrás.
Nos miramos en silencio, retándonos, ninguno quiere perder, hasta que decido darme una ducha, tengo demasiadas cosas que pensar.
Pedro al fin se va y me quedo completamente sola en esta tremenda habitación, que es bastante masculina, todo en tonos azules, de madera y el cuarto de baño también es wow, la bañera de patas de león doradas llaman mi atención, y como si fuera una poseída, cosa que no me extrañaría ya que estoy en el infierno, enciendo el agua y comienzo a desvestirme.
Al fin un poco más relajada decido hacerle frente a la culpable de este error, cojo mi teléfono móvil y nada,
¡¡No hay señal!!
Esto es lo último que me faltaba, ¡estoy en la prehistoria!
Golpean la puerta y una tímida mata de pelo se asoma.
-¿Puedo pasar?
Sí, sí, claro-le digo saliendo rápidamente de la bañera, solo con la toalla.
-Hola, soy Esperanza. No nos saludamos antes.
-No te preocupes, pasa, pasa, yo soy Francisca, pero puedes llamarme Fran.
-Mi madre dice que bajes -habla tan bajito que me sorprende su timidez, pero eso no le impide mirar con asombro uno de mis sostenes que está sobre la cama.
-¿Te gusta? -digo tomándolo para enseñárselo, no es la gran maravilla, solo es…. bordado con encaje blanco, y…. cortesía del innombrable.
-No, no eso es…
-¿Indecoroso? -termino la frase por ella.
Niega con la cabeza.
-Transparente. Y…, perdona que te pregunte, pero mi hermano ¿deja que… los uses?
«Din din din din, venganza dulce venganza, es como si varias luces se encendieran en mi cabeza, qué navidad, qué cuatro de julio, esta es… la tercera guerra mundial y en colores» pienso sonriendo.
-¡Le encanta!, y ahora dile a tu mamita que bajo enseguida.
Esperanza asiente y se va. En tanto yo como si fuera la mejor de las modelos me abrocho solo los botones de debajo de mi blusa, dejando ver algo más descubierto de lo que algunos quisieran ver.
Sintiéndome segura de mi misma bajo. Están todos reunidos en el jardín, en una hermosa pérgola blanca rodeada de flores y…  una ¡virgen! Al mirarla me da un poco de repelús, siento que me observa, pero no me amilano y sigo, hasta que Pedro que me ve, casi voltea la cerveza que está bebiendo.
-Perdón la demora -me disculpo, y como si nadie más existiera voy directo a sentarme al lado de mi “novio”
El diablo está un poco pálido, tal vez se me pasó un poco la mano, pero lo alucinante es ver a la Barbie campestre que no saca los ojos de mi sostén.
Ella, la más alegre, que creo que es adoptada, porque de verdad es diferente a todos toma la batuta en esta conversación. Me rio más fuerte de lo normal, y cada vez que puedo me persigno ante la de blanco, hasta que Pedro sostiene mi mano para que no lo haga más.
-Bueno, y cómo se conocieron -pregunta con resquemor la señora-. Pedro no nos ha contado nada, y está visto que tú no eres de por acá.
-Tiene toda la razón, soy de la ciudad, nacida y criada en Santiago -miento-, y bueno, conocí a Pelluco en…
-La iglesia -me interrumpe visiblemente incómodo. Lo miro y prosigo ahora sí que con más ganas mi propia versión de cuento de Disney.
-Sí, en la misa de domingo, ¿no es un tierno? Pero eso no fue lo que me conquistó, sino lo amoroso que fue al quedarse conmigo para repartir alimentos a la gente en situación de calle esa tarde.
Un oh generalizado y orgullo es lo que flota, cosa que no era mi idea.
-Y bueno, esa noche lo invité  a mi departamento…
-Hablamos mucho -me vuelve a interrumpir apretándome la pierna.
-Sí, muchísimo -recalco-, luego al otro día cuando me llevó el desayuno supimos que éramos el uno para el otro.
-¿De… sayuno? -repite incrédula Esperanza.
-Sí -reafirmo-, un desayuno espectacular, y bueno aunque me avergüence reconocerlo, ese día llegue tarde al trabajo -relato como la santa que no soy.
Los ojos inquisidores de la señora me observan detenidamente, en cambio el Huaso lo hace con inquina.
-Es que ustedes no se imaginan lo romántico que es Pelluco, incluso esa tarde fue a buscarme al trabajo y me llevo flores. ¡Las más lindas que pudo cortar!
-¿Cortar?
-Uf, sí, Amanda -hago una escena digna de imitar levantándome-. Cortó diferentes tipos y me dijo que no sabía cuál eran mis preferidas, por eso me regalaba tantas, para que eligiera.
-Pedro -habla la voz ronca de la señora-, veo que esto es más serio de lo que nos contaste.
-¡Amor! ¿No le contaste todos nuestros planes? El bautismo de Sofía es solo el principio para que tengamos una gran familia -y al decir eso me duele, siento una punzada en mi vientre-, queremos muchos hijos y vivir ojalá en un hogar tan hermoso como este.
-Pero tú no querías vivir en Santiago -lo interroga Amanda asombrada, casi aplaudiendo por todas las estupideces que estoy diciendo.
-Bueno -. Pedro está literalmente devanándose los sesos pensando en una respuesta, ¡y no puede!
-Es que no hay nada que el buen sexo no pueda arreglar –remato con broche de oro.
-Francisca -espeta furioso.
-Pero mi cielo, es solo para procrear- reafirmo persignándome por no sé qué número de vez.
-Creo que necesito descansar -habla la señora, y les indica a sus hijas que es hora de acostarse, que mañana deben ir al colegio.
-¿Puede ir a buscarnos Francisca? Di que sí, mamá di que sí.
-Claro que sí, ¡allá estaré! -les digo con una sonrisa verdadera, este par de chicas me hacen recordar la juventud con mis amigas.
Cuando nos quedamos solos el huaso me suelta al fin, porque si no lo hace estoy segura que va a explotar.
-¡¿Pero qué crees que estás haciendo?!
-¿Yo? -me hago la inocente.
-Sí, tú.
-Pues fingiendo, mi cielo, ¿no quieres que sea una buena novia? -pregunto, y con sorna me respondo yo misma-, pues eso es lo que soy, y así será hasta que me vaya de aquí, Pedrito.
La euforia empieza a desvanecerse y por primera vez siento que me estoy metiendo en un juego que no se si podré controlar, porque aunque no quiera reconocérselo ni a Cristo, este hombre me ¿gusta?
Al llegar a la habitación lo primero que hago es quitarme la blusa, quiero una polera ancha que me haga sentir yo; estoy en eso cuando como un toro enfurecido aparece de improviso, al verme se me queda mirando, y como siempre me pasa, me avergüenzo de eso que no tengo.
-Estás jugando con fuego, Francisca -masculla-, y no voy a permitir que me humilles ante mi familia contando estupideces  –sisea.
En otro momento y con semejante hombre seguro me amedrentaría, pero la rabia que corre por mis venas por lo que me hizo aún tiene sed de venganza.
-No me interesa humillarte, ellas querían una historia, pues bien, eso es lo que les di, ahora si no te gusta, mi cielito, no es mi problema.
-Lo haces.
-Y eres tú el que habla de humillación, mentiroso -le reprocho mientras veo como se está transformando en Hulk o en el toro furioso que es apunto de atacar, pero al notar que solo me está mirando las tetas, la furiosa soy yo.
-¡Qué! -lo reto quitándome la prenda de vestir-, nunca has visto esto -habla mi feminista interior-, tú, también tienes -camino directo a indicarle cuales son las suyas. Y cuando lo toco me inmoviliza con sus brazos.
-Por qué te defiendes de esta manera tan vulgar, humillándote a ti misma, Francisca, no te das cuenta que te quita todo lo femenina que puedes llegar a ser -me advierte, y sé que le sonó más duro de lo que quiere ver, aunque no dispuesta a darle la razón hablo.
-Quítate la camisa.
Me mira asombrado unos segundos sin entender nada, pero de todos modos lo hace. Tomo de su mano y lo llevo hasta el baño, estoy roja como un tomate, sobre todo ahora que estamos viendo nuestros reflejos, pero quiero explicarle mi punto.
-Tú y yo somos iguales, tenemos lo mismo, no me mires como si fuera un pedazo de carne que no soy.
-De Wagyu –carraspea susurrando en un hilo de voz que casi no alcanzo a escuchar.
-¿Qué dijiste? -espeto.
-Que eres el mejor trozo de carne que he visto en mi vida, y quiero probarlo.
Dos segundos tardo en comprender lo que me dice. Y este preciso momento me abruma el deseo y la ira a partes iguales, siento una desquiciada mezcla de lujuria y ternura, ya no me parece tan alto, ni tan peligroso, ni tan toro, solo me parece…
-Perdona, no debí hablarte así -se disculpa mirándome a los ojos-, no quise decirte una barbaridad, eres una mujer y te respeto, pero me sacas de quicio y haces que diga cosas inaceptables
-Te disculpo, porque se supone que solo perdona Dios, y ahora, suéltame por favor.
Pero contrario a soltarme me acerca todavía más a su torso desnudo, por instinto arqueo mi espalda sintiendo su calor, hasta que de repente me doy cuenta de su erección, suelto un jadeo y me quedo quieta al instante.
-Parece que si te hablan golpeado te pones caliente -lanzo para alivianar el momento.
-No, Francisca, eres tu quien me excita, lo sabes muy bien y creo que ahora necesitas un abrazo.
-¿Un abrazo? ¿Crees que soy tan débil para necesitar de un abrazo? -repito anonadada este tipo está loco, y de verdad.
-Así es, Francisca la feminista -dice y sin pedirme permiso me abraza. Tiemblo al primer contacto, su calor, su paz, su todo, él es quien me hace sentir así, aunque rápidamente recuerdo porque no le convengo ni a él ni a nadie y me aparto.
-No necesito que me abraces, Pedro.
Es solo un simple abrazo, no te estoy empotrando contra la pared-afirma como si hablara de algo muy normal, bueno, no es que no lo sea, pero así, tan seguro de sí mismo.
Ni en tus mejores sueño, Pedrito. Pero dada tu aclaración te diré que te mereces algo mucho mejor que yo, una mujer que sepa bordar, que sepa coser, y que sepa criar…
-Nunca me ha gustado esa canción, pero esto es solo un abrazo, no una declaración de amor -me aclara-, es solo un abrazo -susurra, y como si no pasara nada me levanta del suelo unos centímetros. Me aferro a su cuello para no caer, y cuando creo que me estoy relajando siento mis pezones traicioneros duros amoldándose perfectamente a su cuerpo.
Pedro suspira mi aroma y vuelve a pedirme disculpas por su infortunado comentario, pero yo….

¿Quiero realmente unas disculpas? ¿O quiero algo más? 


Si te gustó, comenta y comparte, tu opinión es muy importante para mí.
PD: Queridas chicas, sé que aman al huaso, (aunque no sé por qué) pero debo comunicarles que podrán leerlo completo en una novela que saldrá cuando termine de escribir a Athol, mi amor.



5 comentarios:

  1. Noooo, me encanta el huaso!!! Quiero saber más de ellos!!! Que difícil la espera...

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  2. Nooo, estuvo muy bueno el capítulo, ahora tendré que esperar solamente para poder seguir leyendo, pero se que valdrá la pena

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  3. Se me hace tan corto el relato cada vez que lo leo...obligada a esperar que pasen rapidito los días para seguir sabiendo más del Huaso y Fran...me gusta mucho su historia.

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  4. Esto está Divino... quiero más..

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  5. Como siempre Conti, nos pocas y nos dejas con gusto de más!!!!!!!
    Pues a esperar cociendo más ganas, que de seguro será otra historia épica como todas las tuyas.
    Un abrazo desde la mitad del mundo

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