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viernes, 11 de octubre de 2019

Mi fantasía...de película

Relato erótico Inédito.


A estas alturas no tiene sentido seguir engañándome, menos cuando llevo más de quince minutos vestida como una verdadera “Dominatriz” esperando a que por esa puerta entre el hombre que va a cumplir mis más oscuras fantasías. Y no solo oscuras, si no que vergonzosas también.
¿Quién iba a pensar? que alguna vez que yo: mujer adulta, madre de dos niños y a mis treinta y tantos años me iba a decir a hacer algo así.
Bueno, sí, tengo que culpar a alguien, toda la responsabilidad es del señor Grey, y de mis amigas locas que hablan del tema como si fuera algo de lo más normal, ¡y no!, no lo es. Es más, cuando le esbocé a Carlos, mi marido la idea de hacer algo nuevo me miró con una cara que aún no puedo olvidar, y claro, con eso, todas mis ideas se fueron al tacho de la basura. Pero el Pepe grillo que tengo en mi cabeza ronroneó tanto que aquí estoy pagando por mi fantasía de película.
De pronto suena la puerta y sé que tengo que arrodillarme, al menos así decían las reglas del grupo “Master Sado” al que me inscribí para hacer esto posible. (Seré idiota…no, fantasiosa)
Milésimas de segundos después sí que me siento en el papel. Escucho cerrar la puerta y empiezo a sentir un hormigueo por todas partes.
-“Muy bien, perra” -dice el hombre, y aunque mi primera reacción es cantarle unas cuantas, me aguanto porque se supone que estoy dentro de un papel. (Uno que yo misma me pagué)
Estoy completamente desnuda, salvo por unas medias negras de liguero y por un antifaz que no me deja ver nada, y a decir verdad, lo prefiero, porque así en vez de ver al sujeto que de seguro no es de mi gusto, me puedo imaginar que es mi tan amado señor Grey.
Aunque no lo puedo ver, sí puedo sentir su mirada observándome. Y lo poco que me habla son palabras que expresan únicamente órdenes.
Noto como con suavidad me guía hasta la cama, y con una habilidad digna de admirar en un dos por tres ya estoy atada en forma de X.
Aún no me toca ni un pelo, pero no por eso no siento su energía, cosa que me estimula, y me… calienta.
Toda esta situación me provoca morbo y excitación, incluso un calor entre mis piernas que vienen acompañado de palpitaciones. De hecho, mientras más me habla rudo, más me excita.
Cuando me da la primera palmada cruda y certera en un muslo, siento como si hubiera sido justo ahí, ¡¡y es solo la pierna!!
-No te muevas -expresa con todo el formalismo que se puede tener en este momento, y es así como le da paso a la tortura. Nada de plumas como yo imaginé, si no que pasa sobre mi piel un tipo de rueda con puntas cargándolas más en algunas partes mientras se deleita apretando mis pezones. Cosa que no deja de fascinarme. Lo que no me esperé ni en un millón de años es que de un solo saz me quite la venda, ¡y Dios!
 Metro ochenta de cuerpo vestido con pantalones de cuero negro y una sudadera de igual color me devoran. Ni siquiera pierde las formas cuando se da cuenta de mi asombro, ni media sonrisa se le asoma, y su voz sale tan pausada como si esto fuera de lo más normal.
Después de casi diez minutos tocándome por todas partes siento que voy a estallar en cualquier momento, incluso me ha dado de probar mi propio sabor, y yo, cuan perra como me llama él no solo lo he probado, si no que he succionado hasta el fondo.
Estoy agotada de tantas sensaciones, y mis muñecas sufren las consecuencias, quiero, no, necesito más. Vine aquí para vivir una experiencia nueva, y eso es lo que quiero hacer, ¡Ahora ya!
Estamos casi por cumplir el tiempo, y nada que hemos….eh, ¿cómo decirlo? ¿Tirado?  ¿Follado?, ¿Culiado?
De pronto y sin yo esperarlo, como la pantera elegante que es me desata, claramente se me desencaja la mandíbula, pero no soy capaz de decir ni “mu”
Solo lo veo caminar hacia su mochila y mientras me da la espalda dice:
-Quiero que te masturbes, de hecho, es una orden -indica entregándome un aparatito largo que más parece una bala que un pene de esos que he mirado.
-¡Ahora!
-No fui lo suficientemente claro, perra.
-Sí, sí -respondo volviendo al papel, supongo que la “sesión” por decirlo de alguna manera no ha terminado. Así que olvido de todo y de todos. Casi corro a recibir el aparatito y con una sonrisa pícara lo acepto. Un cosquilleo empieza a nacer entre mis piernas, es más, hasta mi corazón late frenéticamente.
-No dejes nunca de mirarme -me ordena sentándose en frente al tiempo que cruza la pierna.
Me siento sobre la cama, me quito el pelo de la cara, me muerdo el labio para que no denote que estoy tiritando. Abro los muslos y le doy On al aparatito que empieza a vibrar. Acaricio mi vulva suavemente, pero no es suficiente, quiero sentirlo más. Estoy tan húmeda que solo se resbala hasta esa cavidad que únicamente un miembro vivo ha entrado.
A pesar de lo lista que estoy, sé que me va a costar llegar al final. ¡Me está mirando! Y a pesar de que soy solo yo la que se toca siento que él está desnudando más que mi cuerpo, todas las emociones, y sensaciones que tengo.
Hasta que en un pis pas me centro en mi placer, imagino mis mejores momentos y comienzo a perder el control, el nudo en mi estómago desaparece para dar paso a unas pequeñas contracciones. La sensación es una mezcla de sufrimiento y éxtasis.
 Con una mano manejo el aparatito y con la otra me toco los senos.
Por un instante pienso en que él, debe estar aburriéndose, después de todo está más que acostumbrado a hacer esto, pero lo desecho rápidamente, no se trata de él, se trata de mí, y de mi propio placer.
Me acerco y me alego del orgasmo muchas veces, cada vez que siento que voy a llegar a la meta algo me distrae. Hasta que algo en mi mente me hace quedar en blanco… ¡a la mierda el mundo! Abro más las piernas, mi clítoris queda completamente expuesto. Acelero el motorcito, y suspiro de goce al sentir esa magia.
Mi corazón, mi respiración se aceleran. Cierro los ojos por un momento, y cuando los vuelvo abrir noto como me está mirando de una forma muy particular. No es solo un espectador, está gozando con mi placer, su mirada es penetrante inyectándome más morbo, estimulando mi modo exhibicionista.
Espero un poco para aumentar la sensación,  aguanto la respiración hasta que mis piernas tiemblan. ¡Estoy a punto de cortar el lazo! Mi cuerpo se tensa, se rigidiza, hasta que…mierda, estoy a punto ¡y…ya!
Al notar el primer temblor, mi cabeza mira hacia el techo, y sin pudor alguno gimo y grito de auténtico placer. Cierro las piernas para que la sensación no me abandone tan pronto. Lo meto y lo saco aún más rápido, y así, toda la tensión se va, voto cada gota de mi energía con cada espasmo incontrolado. ¡Me encanta!
Vuelvo a la realidad de golpe cuando me doy cuenta que no estoy sola  sino que con él, el hombre que pagué para mi placer.
-¡Dios! ¡Esto fue increíble!- Exclamo riendo como una tonta, seguro con cara de post orgasmo.
-Espero que mis servicios hayan valido la pena -suelta naturalmente, como si masturbarme delante de alguien fuera lo más normal.
Sin mucho más que decir, me levanto y voy por mi blusa, él se pone una chaqueta y ya está listo para irse. Cuando le voy a pagar me mira y con esa voz ronca pronuncia.
-No te preocupes, esto para mi fue un placer. Al más puro estilo del sexo casual personal…
Y así me quedo, pensando en lo que me dijo. Segundos después pienso en todo lo que acaba de suceder, al principio me sonrojo, incluso risitas tontas brotan de mi boca, hasta que en realidad pienso que esto ha sido solo por mí, y lo mejor de todo hecho para mí.
 Sí, soy una mujer sensual, sexual, y sin miedo a sentir. Siento que me he dado a luz a mí misma. Y mientras lo pienso no puedo quitar de mi mente la imagen de mi mano entrando y saliendo. Sin duda, esta será una tarde inolvidable, para el recuerdo, en donde entré esperando ser la prota de mi peli favorita, y ahora salgo empoderada de mi propio cuerpo, y mi placer.
¿Y ahora me pregunto?
¡Cómo mierda no se me ocurrió antes!
Claramente, hoy…la cena quedará más rica que nunca...

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miércoles, 13 de marzo de 2019

Y tú...¿Quién crees que eres? cap IV

 Capítulo 4
Cuando dicen que el olor a tierra existe, pues no exageran, y eso es lo que huelo al bajarme. Primero estiro las piernas y aspiro para renovar mis pulmones, siento que es oxígeno puro, y gracias a eso un mareo me desequilibra.
-¡Wow! -exclamo para mí misma cuando veo las diferentes tonalidades de verde que se presentan ante mis ojos, esto es como las colinas donde vivía  Frodo, es una combinación perfecta entre lo rural y lo citadino.
Disfruto unos segundos de esta paz y del silencio que me entrega el campo. Cosa que dura poco porque un niño grita sacándome de inmediato de mi ensoñación, así que cuan Carmela que llega al campo voy a la boletería para preguntar cómo llego a la dirección que tengo.
Cuando el hombre por la ventanilla me dice que debo tomar otro bus y que me demoraré dos horas más, literalmente me quiero morir. Y claro, ahora entiendo por qué ese huaso “retamboleado” se rio cuando le dije que yo solita podía llegar. Y sí….
« ¡Claro que voy a llegar!»
En el terminal, o especie de, porque solo hay buses y gente subiéndose me doy cuenta que este debe ser el único bus que va hacia el interior.
«Si los Santiaguinos se quejan del metro en hora punta es que nunca han visto lo que estoy viendo yo, ¡hasta gallinas van aquí!»
Al subir veo que mi puesto está ocupado, pero no es que tenga más opciones, esto está lleno, voy donde el auxiliar y él con una expresión de disculpa solo mueve los hombros, como si eso me sirviera.
-Al fondo -dice el chico con cara de culpa-, al lado del baño hay un puesto desocupado.
Suspiro ¿Algo más me tiene que pasar hoy? Ya sé, es porque no creo en ti, murmuro pensando en que todo lo ve.
Al sentarme noto de inmediato porque no venden este asiento, es porque voy pegada a la ventana que está cubierta por un plástico negro, y como si con eso no bastara además tengo que arrebujarme contra ella cada vez que alguien quiere entrar al baño. Hasta una señora me pasa su bebé regordete para que se lo cuide por unos segundos.
Tras media hora de viaje se acerca de nuevo el auxiliar. Al que por cierto, odio.
-Le he conseguido un asiento, es un poco más cómodo que este, pero…
-¡Pero nada! -llego a chillar de alegría-,  ¡te lo agradezco mucho!
-Es lo menos que podemos hacer -me dice apenado, indicándome que lo siga, y aunque voy tambaleando por las curvas sigo por el pasillo sin caerme, hasta que cuando ya no veo más asientos me indica la primera fila.
El asiento es del doble d tamaño que el anterior, y el hombre que lo ocupa podría ser perfectamente un modelo, ¡es guapísimo, y de verdad! ¡Hasta carita de ángel tiene!
Con una sonrisa amable me invita a sentarme al momento que recoge el bolso que trae sobre el asiento.
-Disculpa, no sabía que faltaban asientos –se excusa, y juro que me lo quiero comer a besos, ¡si es hasta educado!
-Gracias a ti -es lo único que se me ocurre decir, y acto seguido me saco el celular del bolsillo que parece que ha encontrado señal y ahora los mensajes no dejan de entrar. El del grupo de Las Brujas lo ignoro, a Sofía le respondo con un beso porque me desea suerte, a Costabal le marco en respuesta a su wathsap.

*Esta me las pagas, espero que a la Bea se le ocurra tener conejos ahora y que a Sofía le gusten tanto que te pida una docena, me emboscaste, eso no se hace. Además, es inmoral, ¡ni tú ni yo creemos en el de arriba!

Le doy enviar un poco más fuerte de lo normal, pero es que tengo una rabia con Costabal…
Y justo cuando voy a ver Facebook, suena un mensaje entrante, nada más y nada menos que del “huaso” sí, porque así le puse, total el teléfono es mío. Lo abro y leo:

*Espero que hayas llegado bien, y que tu viaje fuera placentero, aunque si hubieras accedido a venirte conmigo…

Furiosa comienzo a responderle, pero en un acto divino se me ilumina la mente.

*El tren fue increíble, hace años que no disfrutaba tanto, pero la verdad ahora sí estoy feliz, me ha tocado un compañero de viaje de esos que solo aparecen en revista, esto sí que es LA MAGIA DEL SUR.

Me rio con maldad, aunque igual es verdad, de reojo lo miro y enserio que el hombre es wow, solo le daría un par de cazuelas y estaría listo.
La respuesta no tarda en llegar.

*SÍ, seguro que sí.

Eso me molesta, aunque son solo palabras, sé que va un sarcasmo implícito y ni corta ni perezosa escribo.

*Menos mal que llegaron los alemanes  aquí, gracias a ellos que tengo el compañero que tengo, y ahora, adiós, voy a aprovechar el viaje.



Luego de esto siento vibrar el celular pero me lo guardo, no pienso seguir en este estúpido juego de ver quien lo hace mejor. O como dirían acá, “Quién mea más lejos”
Mientras pasamos unas curvas espantosas cierro los ojos, siento que esta chatarra se va a volcar en cualquier momento, y dudo que en este camino venga alguien rápido a rescatarnos, realmente estoy donde el diablo perdió el poncho.
-Tranquila -me habla mi compañero tomándome el brazo-, los conductores están acostumbrados.
Solo le respondo con una sincera sonrisa, es genuina y de todo corazón.
-¿Ya estás más en paz? -pregunta mostrándome una dentadura impecable, tardo en responder porque a decir verdad no entiendo a qué se refiere.
-Parecía que discutías con todo el mundo -añade.
-Es que a veces, como ahora el mundo entero confabula en mi contra, es como si el karma hubiera decidido atacarme.
-Disculpa-me dice nuevamente-, es que siempre uso estos asientos para estirar las piernas cuando el viaje es largo.
-¡No! -me justifico-, perdóname, tú, he sido una tonta, no me refería a ti.
-Claro que te disculpo, pero recuerda que Dios es el único que perdona -habla con una sonrisa afable.
-Dios, ni me hables de ese señor, por su culpa estoy aquí, y no me malinterpretes, no es contigo.
-Interesante -murmura mirándome con un poco de suspicacia, debo parecerle loca, ¿pero qué más da a estas alturas?
-Sí, bueno, es que es verdad, estoy aquí por culpa del de arriba , por un idiota ateo y por otro que cree que si no vengo me caerán las penas del infierno, ah…. y por una emboscada.
-¿Tan terrible es?
-Un problema, pero bueno, supongo que la princesa lo vale, aunque el resto…
-En resumen, estás aquí obligada.
-En resumen, sí -confirmo, pero luego me acuerdo de toda la verdad, y no sé porque me cuesta tan poco hablar con este hombre-, bueno, no tan así, estoy pagando mis pecados.
-¿Pecadora? -pregunta, y aunque a juzgar por esa voz ronca, no tiene ni una nota de contexto sexual, eso me alegra, es como si fuera una amiga, pero de esas que no tienen sexo, porque si no, seguro transformaban la oración en lujuria.
-Una pécora con sentencia que cumplir, aunque igual creo que la penitencia es demasiado, estar aquí es…
-Mágico -me corta suavemente-, mira a tu alrededor -me indica abriendo más la cortina-. ¿Cuántas veces tienes la oportunidad de ver algo así, tan puro, tan mágico?
-La magia del sur…-sonrío, y él asiente.
-Entonces disfruta de este entorno, tal vez tus amigos pensaron en ti por tu bien.
-Por mi bien, ¡ja! Lo que tú llamas por mi bien es en realidad más un capricho, un complot.
-Pero algo bueno debe tener, ¿o no?
Lo pienso unos segundos y le suelto con honestidad.
-Unos días de tranquilidad en este momento me vienen de maravilla, así se aquietan las aguas en Santiago.
Él solo levanta una ceja y agrego:
-Ya te dije, pago mis pecados como pecadora.
-¿Tan grave es?
-Mmm, creo que me pasé por alto un par de mandamientos.
-¿Un par? -vuelve a sonreír con benevolencia.
-Bueno, tal vez más, y para ser más honesta, y que el de arriba termine de lapidarme te diré que casi cometí todos los pecados capitales.
-Para no creer en el de arriba como dices tú, sabes mucho.
-Uf, trece años en colegio de monja, me sé todos los rezos, los cantos que existen.
-¿Y así no crees en Dios?
-¿Dios? ¿Qué es eso?, sirve de algo en estos tiempos, mira que si existe está mirando hacia otro planeta, porque a este te aseguro que no.
-¿Cómo así?
-¿No ves todo lo malo que pasa? Claro, es que tú como vives acá no sabes todo lo que sucede -le digo acomodándome para darle una clase de actualidad-, femicidios, violaciones, muertes, y a eso agrégale todos los abusadores de la iglesia, yo no sé cómo tienen cara los curas para seguir haciendo misas.
-Tienen fe.
-¿Fe? No me hagas reír, ellos no lo hacen por fe, lo hacen por poder, por control, no son unos santos, ¿o me vas a decir que crees que las monjas se casan con Dios y los curas son célibes toda la vida? No, seguro muchos entran a la iglesia para ocultar sus verdaderos sentimientos.
-¿De verdad lo crees?
-Creo eso y mucho más, pero no quiero aburrirte, y tal vez tú sí crees en él, para que te voy a quitar la ilusión.
-¿Cual ilusión?
-La de que cuando te mueras te irás al cielo y cuando llegue Jesús los muertos se levantarán y bla bla, porque la realidad es que cuando te mueras, solo serás comida para gusanos, y si despiertas es porque eres zombi.
Ambos nos reímos, me es fácil hablar con él, y así seguimos por un largo rato hasta que el bus se detiene y el auxiliar me dice que esta es mi parada.
-¿Vienes acá? -pregunta mi compañero asombrado, y si, bueno, quien no si el bus se ha detenido en medio de la nada, ni siquiera hemos llegado al pueblo.
-Sí, y tú ¿a dónde vas?
-Hasta el fin del camino.
-Bueno, ha sido un gusto
-El placer ha sido todo mío…
-Señorita -me apresura el auxiliar que no me deja continuar con esta charla tan amena, así que sin más me toca decirle adiós.
Al bajarme, me siento como “Miley Cyrus” en su película. Parte el bus y solo veo prados, cerros y caballos, y a lo lejos un camino de tierra. Sigo mi instinto y comienzo a caminar, no llevo ni cincuenta metros arrastrando la maleta cuando oigo el clic de la rueda. Bien, lo último que me faltaba, ahora tengo que cargarla, menos mal que no pesa tanto, y gracias a mi inteligencia que vine con zapatillas, ¡mis favoritas!
Casi diez minutos después encuentro la arbolada que el bruto me dibujó en una especie de mapa, ¡si hasta árboles le hizo! Y bueno, según esto debo seguir avanzando, me siento como si estuviera en un túnel verde con sonidos de diferentes animales, a un costado vacas, pero una, sino que miles, y al otro ovejas, ¡wow!
Creo que me transporto en el tiempo al más puro estilo de Laura Ingalls hasta que de pronto me detengo.
Esto… esto no es una casa es… es un caserón, tan grande que no me lo puedo ni imaginar por dentro, pero rápidamente vuelvo a la realidad al ver que Pedro está en la puerta mirando la hora, como diciendo que estoy atrasada.
 Sin embargo, incluso con un poco de nerviosismo se acerca hacia mí, coge la maleta en una mano y la otra la entrelaza con la mía.
Mierda, ¿qué está haciendo? Intento soltarme pero su agarre aún es más fuerte, le tiro la mano para que me explique algo, y él lo único que hace es erguirse aún más y sisear:
-Que comience la función.
Antes de poder reaccionar ante sus palabras veo como se abre la puerta de la casa y salen dos chicas corriendo por el sendero de piedra que da justo hasta donde estamos nosotros.
Sin dejarme reaccionar una se lanza a mis brazos como si me conociera de toda la vida abrazándome  con cariño, mientras la otra un poco más reticente solo sonríe tímidamente.
-Es más linda de lo que me imaginaba -opina la más “tocona”
Las chicas parecen gemelas, pero de mundos totalmente diferentes, una está perfectamente vestida al estilo Barbie campestre, mientras la otra parece que usa ropa tres tallas más grande que ella.
-Amanda, guárdate tus comentarios -le responde en tono autoritario a la chica, y ella de inmediato se calma.
Cuando las chicas se retiran un par de centímetros lo miro y vuelvo a tratar de soltarme, pero nada.
-O me sueltas ahora mismo o…
-Veo que esta vez escogiste una mujer con carácter -dice una voz ronca desde la puerta, y a los pocos segundos también camina hacia nosotros.
-Madre…
-¡Mamá! -repito un tanto histérica por toda la situación.
-Sí, y sígueme el juego -me ordena de mala manera en tanto un escalofrío recorre mi cuerpo, a cada paso que la señora se acerca me da más temor, tiene un halo autoritario en su andar que fácilmente podría ser general de un ejército, o algo peor.
Se detiene frente a nosotros frunciendo los labios, evidenciando así aún más las arrugas de su rostro, el silencio se prolonga hasta que…
Ella es Francisca, la madrina de Sofía -me presenta, y lo que sigue no me lo espero ni en mil años-, mi novia.
Mi cabeza se gira como si fuera la niña del exorcista, pero el tirón que recibo del brazo me deja casi manca, y cuando voy a responder siento que la tierra se abre entre mis pies
-Niñas, ¿saludaron ya a su futura nuera?
Creo que todo me da vueltas y cuan gata entierro lo más posible las uñas en la mano de Pedro, que ni siquiera se inmuta, y yo…, sigo muda.
La señora me da un beso y como si fuera un trozo de carne dentro de un supermercado me toca las caderas y le habla a su hijo.
-Está muy delgada -y dirigiéndose a mi prosigue-, ustedes las niñas de ciudad no comen nada, pero unos días acá y todo se va a arreglar. Bienvenida a la familia -concluye dándose la vuelta para avanzar hacia la casa. Pero antes de dar medio paso lo encaro.
-Se puede saber que es esta… -no alcanzo a nada, su cara se acerca a la mía,  con toda su fuerza me acerca, choco con una dura pared y el sin correrse ni un pelo sube mis manos a su cuello. Yo intento separarme.
-¿Qué mierda crees que estás haciendo? -logro balbucear nerviosa, y sin importarle nada sus labios carnosos devoran los míos sin dejarme reaccionar.
-Ya te explico lo que sucede -susurra pegado aun en mis labios con su cálido aliento-, piensa en Sofía y su deseo de bautizarse, ¿no le romperás el corazón verdad?
-Quítame las manos de encima -gruño enérgica, y al fin lo hace-, no me gusta que me manoseen.
-¿Y si fuera Roberto? -me suelta con una estúpida sonrisa. Estoy segura que expulso chispas de odio por los ojos.
-Tampoco.
-Eso es porque no has encontrado al hombre que lo haga adecuadamente -arremete y entran mis propios principios a defenderse.
-No necesito que ningún macho…
-Ya salió la feminista -me corta-, hombres, pertenecemos a la raza humana, machos son los animales -recita como dándome una cátedra de biología, me indigna.
-Lo tenías todo planeado -lo acuso de un plan que no se bien de qué va.
-Te dije que te lo explicaré luego, por lo demás, tómalo como un favor, te estoy dando algo en que pensar que no sea tu verdadera realidad como amante de un hombre casado –me explica y eso me llega como un puñal cizañero directo al corazón.
Me deja sin habla, herida en la moral y sin nada que reprochar. De cierta forma es verdad.
Al entrar sus hermanas están esperándonos junto a su madre que no deja de observarnos, me intimida, pero más lo hace la cruz a tamaño natural que está en el salón principal, con corona de espinas y todo.
-Pedro te enseñara la capilla para que puedas rezar por la mañana.
-¿Rezar…? -susurro atontada, qué atontada, ¡achunchada!, es como si estuviera en un convento, o peor, ¡en una sexta!
-Estamos en el mes de María -chilla Amanda  enseñándome su rosario de oro y brillitos.
-Madre, Francisca reza el rosario en la habitación.
-Claro, porque en la capital no tiene la casa de nuestro señor cerca, en cambio acá es diferente.
-No la agobies.
-¡Hijo! -exclama tocándose el pecho, y eso me parece extraño.
-Lo veremos, madre, lo veremos -suspira y por primera vez lo veo amedrentado y cansado.
-Está bien, lleva el equipaje de Francisca a la habitación, yo quiero mostrarle el lugar para que se sienta como en su casa.
-No -chillo-, prefiero llevar mis cosas yo, igualdad de condiciones, puedo solita con mis pertenencias, y…y después si quiere me enseña la casa.
Con mala cara la señora asiente y yo suponiendo que subiendo por la escalera encontraré la habitación avanzo, pero no pasan ni dos segundos cuando la dictadora le dice a su hijo que tome la maleta, me la arrebata de las manos y me obliga ahora a seguirlo.
Abre de una la puerta obligándome a entrar y cuando la puerta se cierra detrás mí sisea:
-Esto no es como la capital-. Da un paso hacia mí-. Te dejaré claro quién manda aquí.
-Perdón -suelto furiosa poniéndome las manos en las caderas, mirándolo, pero ante mí no tengo un hombre normal, sino que furioso de más de un metro ochenta de altura. Me quedo inmóvil, pero no por miedo, sino que por este estúpido hormigueo un tanto sensual que estoy sintiendo. ¿Pero qué me pasa? ¿Qué hago yo pensando en este hombre como algo más, desnudo, en la cama y…en el sexo? ¡Estoy loca! Sobre todo porque tengo que abrir los labios para respirar mejor. Recurriendo a mi mantra “Mente quita, espalda recta y corazón tranquilo” me quito todo tipo de ideas para al fin encararlo.
-Tienes dos minutos para darme una explicación o salgo por esa puerta y le cuento todo a tu familia, y que te quede claro que estos minutos se los debes a Sofía.
Pasa un segundo, luego otro, y otro, se da vueltas por la habitación tocándose el pelo, revolviéndoselo, quedando aún más sexy el desgraciado, en tanto a mí la desesperación ya me esta inundando.
-¡Habla!-le grito, porque es la verdad.
-Mi madre es religiosa…
-No me digas -me mofo, pero calló ante su escrutadora mirada.
-Como te decía, ella es religiosa y muy importante para la iglesia en este pueblo y en la región,  jamás dejaría que Sofía se bautizara con padrinos que no fueran pareja…
-Me estas webiando -me sale del alma.
-No digas garabatos -me increpa y prosigue-. Te puede parecer una estupidez, pero así son las creencias, y como Beatriz estaba empeñada que fueras tú…
-No se te ocurrió nada mejor que decirle a tu canuta familia que yo era tu novia, y muy creyente por cierto.
-Exacto.
-¡Exacto! -vuelvo a gritar, pero esta vez más despacio-, pues déjame aclararte que te equivocaste, no me haré pasar por tu novia, sí por católica, ¡y eso por Sofía!
-Francisca, por favor -me dice en un ruego un poco demandante-, mi madre está enferma.
-Ah sí -lo increpo tocándole el pecho con mi dedo-, y me dirás que se va a morir mañana también.
-No -responde tajante.
-¡Vez! ¡Lo sabía!
-No se va a morir mañana pero sufre del corazón, ¿puedes entenderlo?, puedes simplemente fingir una semana que eres mi novia y sobre todo que eres católica, ¿tanto te cuesta hacerme un favor?
-A ti sí. Me engañaste, mentiroso.
-Tú engañas y mientes, no eres una santa, Francisca, además, deberías usar tu propio termino, ese que inventaron ustedes -levanto una ceja –. Sororidad.
-¿Quieres que sea Sorora con tu madre para que tú no quedes de mentiroso? -pregunto asombrada.
-Quiero que mi madre esté feliz, y si para eso debe creer que tú y yo tenemos una relación y que eres creyente, púes ahora te conviertes en santa Francisca la novia ideal, punto y final.
Dicho esto y diciendo un sinfín de palabras de grueso calibre se va y me deja completamente sola, pero no, esto no se va a quedar así, salgo persiguiéndolo y cuando al fin me topo con él lo enfrento
-Mira huaso, hablas muy seguro de ti mismo, jugaste las cartas, me ganaste la partida, pero ni remotamente el juego, quizás  te resulta hablarles así a las mujeres de por acá, bien patética tu forma de actuar, pero a mí no, pareces un protagonista de libro de los que yo leo, ¡pero de cuarta categoría!
-Cuidado, Francisca, tal vez creas que soy un mal protagonista, pero al menos soy protagonista de primera línea, no como los que acostumbras a actuar tú.
-¡Imbécil!
-Aceptas el juego -tantea, y con la rabia que tengo respondo.
-Por supuesto que sí, y que quede claro, solo por…
-Sofía, ya lo sé.
-No, por verte perder.
-¿Y qué apostamos?
-Más de lo que te puedes imaginar -suspiro pensando en qué apostar, no se me ocurre nada, y es ahí cuando veo que el diablo enfermo se acerca, y como si fuera lo más normal del mundo, me acerco y le planto un don beso en la mejilla que lo deja sorprendido, tanto a él, a ella y a mí.
-Pensé que ya se habían instalado, tomaremos una agüita de hierbas en la terraza, para definir algunos detalles del bautizo.
-Tengo todo pensado para ese día -digo tocándome la cabeza –. San pinterest me ayudará.
-¿San qué?
-Ah… no se preocupe, luego se lo enseño -sonrio y como no tengo a donde ir me devuelvo a la habitación. Me quedó de piedra mirando la enorme cama que está en medio.

-Te intimida la cama -susurra el huaso, pero si quiere jugar…
Me doy vuelta con coquetería, y aunque estoy más que abrumada, con mucha tranquilidad le susurro en igual forma.
-Soy adulta, y una cama así no me intimida, hay suficiente espacio para ambos.  Yo dormiré a la derecha.
-No dormiré a la izquierda.
-Perfecto - sonrío lanzándome al colchón que me hace rebotar.
-Para no herir susceptibilidades, dormirás a la contra derecha toda esta semana, si no, puedes bajar y explicarle a tu madre porque siendo novios dormiremos en habitaciones separadas.
Me mira, me mira, se irrita, gruñe y al final…, acepta.
-Espero que no ronques.
-Jamás he recibido quejas de ninguna mujer.
-Más te vale, o un balde de agua fría será lo primero que sientas.
-No te atreverías.
-Pruébame y lo sabrás.
Nos miramos en silencio, retándonos, ninguno quiere perder, hasta que decido darme una ducha, tengo demasiadas cosas que pensar.
Pedro al fin se va y me quedo completamente sola en esta tremenda habitación, que es bastante masculina, todo en tonos azules, de madera y el cuarto de baño también es wow, la bañera de patas de león doradas llaman mi atención, y como si fuera una poseída, cosa que no me extrañaría ya que estoy en el infierno, enciendo el agua y comienzo a desvestirme.
Al fin un poco más relajada decido hacerle frente a la culpable de este error, cojo mi teléfono móvil y nada,
¡¡No hay señal!!
Esto es lo último que me faltaba, ¡estoy en la prehistoria!
Golpean la puerta y una tímida mata de pelo se asoma.
-¿Puedo pasar?
Sí, sí, claro-le digo saliendo rápidamente de la bañera, solo con la toalla.
-Hola, soy Esperanza. No nos saludamos antes.
-No te preocupes, pasa, pasa, yo soy Francisca, pero puedes llamarme Fran.
-Mi madre dice que bajes -habla tan bajito que me sorprende su timidez, pero eso no le impide mirar con asombro uno de mis sostenes que está sobre la cama.
-¿Te gusta? -digo tomándolo para enseñárselo, no es la gran maravilla, solo es…. bordado con encaje blanco, y…. cortesía del innombrable.
-No, no eso es…
-¿Indecoroso? -termino la frase por ella.
Niega con la cabeza.
-Transparente. Y…, perdona que te pregunte, pero mi hermano ¿deja que… los uses?
«Din din din din, venganza dulce venganza, es como si varias luces se encendieran en mi cabeza, qué navidad, qué cuatro de julio, esta es… la tercera guerra mundial y en colores» pienso sonriendo.
-¡Le encanta!, y ahora dile a tu mamita que bajo enseguida.
Esperanza asiente y se va. En tanto yo como si fuera la mejor de las modelos me abrocho solo los botones de debajo de mi blusa, dejando ver algo más descubierto de lo que algunos quisieran ver.
Sintiéndome segura de mi misma bajo. Están todos reunidos en el jardín, en una hermosa pérgola blanca rodeada de flores y…  una ¡virgen! Al mirarla me da un poco de repelús, siento que me observa, pero no me amilano y sigo, hasta que Pedro que me ve, casi voltea la cerveza que está bebiendo.
-Perdón la demora -me disculpo, y como si nadie más existiera voy directo a sentarme al lado de mi “novio”
El diablo está un poco pálido, tal vez se me pasó un poco la mano, pero lo alucinante es ver a la Barbie campestre que no saca los ojos de mi sostén.
Ella, la más alegre, que creo que es adoptada, porque de verdad es diferente a todos toma la batuta en esta conversación. Me rio más fuerte de lo normal, y cada vez que puedo me persigno ante la de blanco, hasta que Pedro sostiene mi mano para que no lo haga más.
-Bueno, y cómo se conocieron -pregunta con resquemor la señora-. Pedro no nos ha contado nada, y está visto que tú no eres de por acá.
-Tiene toda la razón, soy de la ciudad, nacida y criada en Santiago -miento-, y bueno, conocí a Pelluco en…
-La iglesia -me interrumpe visiblemente incómodo. Lo miro y prosigo ahora sí que con más ganas mi propia versión de cuento de Disney.
-Sí, en la misa de domingo, ¿no es un tierno? Pero eso no fue lo que me conquistó, sino lo amoroso que fue al quedarse conmigo para repartir alimentos a la gente en situación de calle esa tarde.
Un oh generalizado y orgullo es lo que flota, cosa que no era mi idea.
-Y bueno, esa noche lo invité  a mi departamento…
-Hablamos mucho -me vuelve a interrumpir apretándome la pierna.
-Sí, muchísimo -recalco-, luego al otro día cuando me llevó el desayuno supimos que éramos el uno para el otro.
-¿De… sayuno? -repite incrédula Esperanza.
-Sí -reafirmo-, un desayuno espectacular, y bueno aunque me avergüence reconocerlo, ese día llegue tarde al trabajo -relato como la santa que no soy.
Los ojos inquisidores de la señora me observan detenidamente, en cambio el Huaso lo hace con inquina.
-Es que ustedes no se imaginan lo romántico que es Pelluco, incluso esa tarde fue a buscarme al trabajo y me llevo flores. ¡Las más lindas que pudo cortar!
-¿Cortar?
-Uf, sí, Amanda -hago una escena digna de imitar levantándome-. Cortó diferentes tipos y me dijo que no sabía cuál eran mis preferidas, por eso me regalaba tantas, para que eligiera.
-Pedro -habla la voz ronca de la señora-, veo que esto es más serio de lo que nos contaste.
-¡Amor! ¿No le contaste todos nuestros planes? El bautismo de Sofía es solo el principio para que tengamos una gran familia -y al decir eso me duele, siento una punzada en mi vientre-, queremos muchos hijos y vivir ojalá en un hogar tan hermoso como este.
-Pero tú no querías vivir en Santiago -lo interroga Amanda asombrada, casi aplaudiendo por todas las estupideces que estoy diciendo.
-Bueno -. Pedro está literalmente devanándose los sesos pensando en una respuesta, ¡y no puede!
-Es que no hay nada que el buen sexo no pueda arreglar –remato con broche de oro.
-Francisca -espeta furioso.
-Pero mi cielo, es solo para procrear- reafirmo persignándome por no sé qué número de vez.
-Creo que necesito descansar -habla la señora, y les indica a sus hijas que es hora de acostarse, que mañana deben ir al colegio.
-¿Puede ir a buscarnos Francisca? Di que sí, mamá di que sí.
-Claro que sí, ¡allá estaré! -les digo con una sonrisa verdadera, este par de chicas me hacen recordar la juventud con mis amigas.
Cuando nos quedamos solos el huaso me suelta al fin, porque si no lo hace estoy segura que va a explotar.
-¡¿Pero qué crees que estás haciendo?!
-¿Yo? -me hago la inocente.
-Sí, tú.
-Pues fingiendo, mi cielo, ¿no quieres que sea una buena novia? -pregunto, y con sorna me respondo yo misma-, pues eso es lo que soy, y así será hasta que me vaya de aquí, Pedrito.
La euforia empieza a desvanecerse y por primera vez siento que me estoy metiendo en un juego que no se si podré controlar, porque aunque no quiera reconocérselo ni a Cristo, este hombre me ¿gusta?
Al llegar a la habitación lo primero que hago es quitarme la blusa, quiero una polera ancha que me haga sentir yo; estoy en eso cuando como un toro enfurecido aparece de improviso, al verme se me queda mirando, y como siempre me pasa, me avergüenzo de eso que no tengo.
-Estás jugando con fuego, Francisca -masculla-, y no voy a permitir que me humilles ante mi familia contando estupideces  –sisea.
En otro momento y con semejante hombre seguro me amedrentaría, pero la rabia que corre por mis venas por lo que me hizo aún tiene sed de venganza.
-No me interesa humillarte, ellas querían una historia, pues bien, eso es lo que les di, ahora si no te gusta, mi cielito, no es mi problema.
-Lo haces.
-Y eres tú el que habla de humillación, mentiroso -le reprocho mientras veo como se está transformando en Hulk o en el toro furioso que es apunto de atacar, pero al notar que solo me está mirando las tetas, la furiosa soy yo.
-¡Qué! -lo reto quitándome la prenda de vestir-, nunca has visto esto -habla mi feminista interior-, tú, también tienes -camino directo a indicarle cuales son las suyas. Y cuando lo toco me inmoviliza con sus brazos.
-Por qué te defiendes de esta manera tan vulgar, humillándote a ti misma, Francisca, no te das cuenta que te quita todo lo femenina que puedes llegar a ser -me advierte, y sé que le sonó más duro de lo que quiere ver, aunque no dispuesta a darle la razón hablo.
-Quítate la camisa.
Me mira asombrado unos segundos sin entender nada, pero de todos modos lo hace. Tomo de su mano y lo llevo hasta el baño, estoy roja como un tomate, sobre todo ahora que estamos viendo nuestros reflejos, pero quiero explicarle mi punto.
-Tú y yo somos iguales, tenemos lo mismo, no me mires como si fuera un pedazo de carne que no soy.
-De Wagyu –carraspea susurrando en un hilo de voz que casi no alcanzo a escuchar.
-¿Qué dijiste? -espeto.
-Que eres el mejor trozo de carne que he visto en mi vida, y quiero probarlo.
Dos segundos tardo en comprender lo que me dice. Y este preciso momento me abruma el deseo y la ira a partes iguales, siento una desquiciada mezcla de lujuria y ternura, ya no me parece tan alto, ni tan peligroso, ni tan toro, solo me parece…
-Perdona, no debí hablarte así -se disculpa mirándome a los ojos-, no quise decirte una barbaridad, eres una mujer y te respeto, pero me sacas de quicio y haces que diga cosas inaceptables
-Te disculpo, porque se supone que solo perdona Dios, y ahora, suéltame por favor.
Pero contrario a soltarme me acerca todavía más a su torso desnudo, por instinto arqueo mi espalda sintiendo su calor, hasta que de repente me doy cuenta de su erección, suelto un jadeo y me quedo quieta al instante.
-Parece que si te hablan golpeado te pones caliente -lanzo para alivianar el momento.
-No, Francisca, eres tu quien me excita, lo sabes muy bien y creo que ahora necesitas un abrazo.
-¿Un abrazo? ¿Crees que soy tan débil para necesitar de un abrazo? -repito anonadada este tipo está loco, y de verdad.
-Así es, Francisca la feminista -dice y sin pedirme permiso me abraza. Tiemblo al primer contacto, su calor, su paz, su todo, él es quien me hace sentir así, aunque rápidamente recuerdo porque no le convengo ni a él ni a nadie y me aparto.
-No necesito que me abraces, Pedro.
Es solo un simple abrazo, no te estoy empotrando contra la pared-afirma como si hablara de algo muy normal, bueno, no es que no lo sea, pero así, tan seguro de sí mismo.
Ni en tus mejores sueño, Pedrito. Pero dada tu aclaración te diré que te mereces algo mucho mejor que yo, una mujer que sepa bordar, que sepa coser, y que sepa criar…
-Nunca me ha gustado esa canción, pero esto es solo un abrazo, no una declaración de amor -me aclara-, es solo un abrazo -susurra, y como si no pasara nada me levanta del suelo unos centímetros. Me aferro a su cuello para no caer, y cuando creo que me estoy relajando siento mis pezones traicioneros duros amoldándose perfectamente a su cuerpo.
Pedro suspira mi aroma y vuelve a pedirme disculpas por su infortunado comentario, pero yo….

¿Quiero realmente unas disculpas? ¿O quiero algo más? 


Si te gustó, comenta y comparte, tu opinión es muy importante para mí.
PD: Queridas chicas, sé que aman al huaso, (aunque no sé por qué) pero debo comunicarles que podrán leerlo completo en una novela que saldrá cuando termine de escribir a Athol, mi amor.



miércoles, 6 de febrero de 2019

Y tú... ¿Quién crees que eres?, cap III



CAPITULO 3


Lo odio con toda mi alma, pero tengo que reconocer que al menos me está llevando a mi casa, y en tiempo record, lo que sí, mi cabeza no para y esta vez no sé cómo salir de la situación, si fuera yo…, bueno si fuera yo le daría una buena cachetada o… algo peor.
-Te vas a quedar sin uñas.
-Y a ti qué te importa lo que yo haga -ladro mirándolo, aunque tiene razón.
-No me importa, te puedes quedar sin dedos también, pero da la casualidad que el vehículo es mío, y todos tus…, pedacitos están quedando ahí -señala el pisa pies.
-Te doy el dinero del lavado y problema solucionado.
-No –dice girándose, y en un acto que no espero con su mano agarra la mía y la aprieta delicadamente, quitándomela de la boca-. ¿Estás segura que quieres que te lleve a tu casa? -no sé si pregunta o demanda, porque su tono es neutral, incluso de reproche.
-Soy lo bastante grande para asumir los problemas de frente.
-Mmm.
-Mmm, ¿qué? ¿No me crees? -me defiendo, pero no sé por qué no le quito la mano, me gusta su calidez.
-Nada, solo un pensamiento.
-Lárgalo -lo apremio.
-Si tú eres la otra, y el tal Roberto deja a su esposa para acostarse contigo, no es que tengas suerte, solo has ganado la batalla, pero déjame decirte que te quedaste con el traidor.
-¡Qué! -chillo soltándole la mano-. ¿Quién te crees para decirme una cosa así?, ¡qué sabes, tú!
-El hombre que te diga que duerme en el sillón porque está enojado con su mujer, te miente, y solo se quita las ganas contigo, es más, seguro a ti te folla y a ella le hace el amor -dictamina como si fuera un experto en la materia.
-Te equivocas, hace afuera lo que no le dan n casa.
-No sé si eres una pendeja o una tonta.
-Deja de insultarme.
-No lo hago, te hablo con la verdad, creo que tú eres del tipo de persona que nunca sabe lo que tiene hasta que lo pierde.
-No soy un rollo de confort.
-Si entras al baño y no tienes confort es simplemente porque eres idiota.
-¡Se acabó! -me exaspero, este hombre tiene una capacidad innata para sacarme de mis casillas-. No sé en qué momento pasaste de analizar mi vida a compararme con el papel higiénico, pero si te faltan los siete mil pesos -digo abriendo mi cartera-,  yo te los puedo dar.
-Me sobran, chiquitita, creo que a ti te harán más falta que a mí.
-Imbécil.
-Bájate.
-¡¿Qué?!
-Lo que oíste -habla deteniendo el auto-, sal y gasta tu dinero en taxi.
Lo fulmino con la mirada, me guardo todos los improperios que tengo ganas de lanzarle, no le voy a dar en el gusto.
 Lo más digno que puedo me bajo de la maldita camioneta, y como es tan alta debo dar un salto, no sin antes escuchar “No te vayas a caer”
<<Idiota, imbécil, hijo de su madre… >>,  es todo lo que se me ocurre, y me encantaría que pudiera leer la mente para que supiera lo que pienso.
Ni siquiera lo veo, solo empiezo a caminar a pasos agigantados pensando en qué cresta va a pasar. Y varios minutos después cuando estoy a punto de llegar, la veo.
Camila está muy de brazos cruzados esperándome en la puerta del edificio, automáticamente mis piernas ralentizan su andar.
Soy una cobarde.
Lo asumo.
Lo acepto.
-Gracias por venir -me dice ella sin expresión alguna, tengo ganas de responderle que ella me llamó, y que aquí vivo, pero me aguanto.
-¿Quieres subir a mi departamento? –le pregunto todo lo educada que puedo ser en una situación como esta…
-La verdad es que no me gustaría estar en el mismo lugar en que mi marido se acuesta contigo.
Listo, primera puñalada, directa y clara.
-No quiero escándalos aquí abajo en el edificio.
Ella solo sonríe dulcemente, y debo reconocer que la cabra chica es preciosa, ¿será el yoga bikram ¿tanto que hace?
-Esa no es mi intención, ¿te parece vamos a un café?
Sin responder a eso paso por su lado y caminamos en silencio hasta llegar a una cafetería que está muy cerca, nos sentamos alejadas del resto de la gente y solo después de que ambas pedimos dos aguas, comienzo a hablar.
-No me voy a disculpar por algo que no siento -es lo primero que le digo.
-No quiero que te disculpes, no serías tú.
-Entonces, ¿a qué has venido, Camila, no entiendo?
Ella suspira, no lastimosamente, sino como si así aspirara el aire de la tranquilidad, yo hago lo mismo, y más profundo, pero como que en mí no causa el mismo efecto, hasta se me acelera el corazón.
-No soy tu enemiga, tampoco tu amiga, y aunque no lo creas, entiendo tu posición, Francisca, hoy que no tienes Roberto o que sientes que se ha ido crees que lo necesitas.
-Escúchame una cosa, Camila…
-No -niega con la misma calma-, una mujer que no tiene amor propio, ¿a qué amor quiere aspirar?
-Pero tú quién te crees, pendeja -la insulto parándome.
-Nadie importante, solo quiero que entiendas que el minuto de ustedes ya pasó, no porque yo sea más importante, o porque tú no lo seas, es simplemente cuestión de tiempo y avanzar en la vida. Ambos tomaron caminos diferentes, tú no quisiste ir más allá, y bueno, Roberto siempre quiso más, y lo único que están haciendo hoy es hacerse daño mutuamente.
-No voy a tener esta conversación contigo.
-Solo te pido que si vas a jugártela por él, lo hagas, pero de verdad, no dejando las cosas inconclusas, y si no es así, no lo hagas sufrir y déjalo ser feliz.
-A ti querrás decir, que te deje a ti ser feliz.
-En eso te equivocas, Francisca, tengo las cosas claras y mi posición también, no soy yo quien debe tomar una decisión-dice levantándose-, pero recuerda, que para un hombre la amante perfecta es la que le da compañía en el amor y el morbo, pero sin exigir compromiso, es la que se entrega y acepta no llevar una relación en público, hasta que él por fin se decida a dejar a su malvada mujer, cosa que él dice que quiere hacer, pero no puede. Por eso es que como mujer te digo, respétate y serás feliz.
Ante eso me quedo con la boca abierta, ¿qué le voy a decir? La veo alejarse y de inmediato aparece la imagen de Roberto, y sí, la pendeja al final tiene razón. Soy yo la que no me respeto, pero es que…
<<¡Roberto me puede!>>,pienso agarrándome la cabeza derrotada, hasta que de pronto suena mi celular, y quien es…
¡¡El rey de Roma!!
-Fran, anoche fue…
-Anoche nada, olvídalo, nunca más va a pasar, ni te imaginas con quien acabo de estar. -Por el otro lado el muy imbécil se ríe.
 -Francisca, cuánto tiempo pensarás así, una semana, un mes. Te veo luego.
-¡Qué! ¿Acaso no me escuchaste? -chillo, pero ya es tarde, me corta el teléfono y me quedo como estatua mirando el aparatito.
Esto no me puede estar pasando a mí. Me voy hasta mi departamento y lo primero que siento es su olor. Abro las ventanas, saco las sábanas y oreo, incluso rocío perfume. ¡Y del de verdad!
Es duro aceptar la verdad, pero,¿ quiero ser amante? ¿Quiero esconderme? Pero tampoco puedo luchar por algo que ya sucedió.
Así me quedo pensando hasta que suena la puerta. ¡C.s.m! Mi corazón se acelera tanto que casi me mareo, mis pierna no se quieren mover pero el sonido sigue invadiéndome.
Casi como una autómata abro,  mis ojos se agrandan de asombro, incluso no puedo ni siquiera hablar.
-¿Esperabas a otra persona? -bromea con una risa tonta, y como si eso no fuera suficiente me mira con descaro, cada vez más ceñudo. Me sonrojo ante su escrutinio, e intento en vano salir de mi estupor, porque obvio, el vuelve a hablar:
-¿No me invitas a pasar? -pregunta colocando su gran brazo sobre mi cabeza-, ¿tan mal educada eres?
-Tú…tú, qué haces aquí.
-Si respondieras el teléfono no tendría que haber venido -responde como si nada, y como si nada también entra y se sienta como si estuviera en su casa,¡ y es la mía!!
-No me ofrecerás nada para beber -cuestiona con esa sonrisa de medio lado.
-¡No! Y dime qué es lo que haces aquí -pregunto absolutamente contrariada, y animalada ante su presencia.
-Tenemos que ponernos de acuerdo sobre Sofía.
-Sofía, ¿qué tiene que ver Sofía aquí?
-Realmente eres…
-¡El bautizo! -suelto acordándome de todo, volviendo a la realidad del momento.
-¿Debo aplaudirte?
-Mira -lo paro en seco-, tengo algunas cosas en la cabeza, y lo del bautismo me cayó como balde de agua fría,  no creo en un ser supremo ni nada, y estoy segura que tu primito tampoco, así que perdóname si te digo que esto es solo un show, y no me cabe duda que orquestado por ti.
-Como siempre, ustedes y su moda -suspira-, las feministas como tu creen que todo es orquestado.
-¿Perdón? -me pongo las manos en la cintura-, ¿qué serían las mujeres como yo?
Él se pone de pie y por supuesto ahora me hace mirarlo hacia arriba, pero no me amilano ni un poco y le suelto, o mejor dicho le ladro:
-Ante todo, ignorante, el feminismo está lejos de ser una moda, y detrás de cada mujer feminista como yo hay peleas familiares, discusiones con amigos y perdida de algunos, estigmas, insultos y mucho más, pero nos mantenemos firmes porque creemos que este es el camino correcto para que cada mujer tenga igualdad, no queremos aplastar a los hombres, queremos ser iguales. ¿Te queda claro o te lo dibujo?
-Y este discursillo es aprendido, ¿lo recitan todas?
Juro por el que no creo que necesito pegarle, no soy violenta, pero tal vez un remezoncito en su cabeza les activa las neuronas, claro, si es que tiene.
Y como si mi mano tuviera vida propia se alza, pero claro, el huaso bruto que tengo en frente toma mi mano y me mira más que enojado, y yo, me defiendo.
-Repito el discurso igual como tú repites de memoria el Padre Nuestro y te golpeas el pecho luego de cada pecado, que además después seguro vuelves a repetir.
Ahora sí que se enfurece, acerca su cara para susurrar muy cerca de mis labios, incluso puedo sentir su cálido aliento que envuelve todo en una especie de nebulosa.
-No blasfemes.
-Yo -comienzo parándome en puntillas para quedar casi a su altura-, no blasfemo, digo la verdad.
Y justo en ese momento en que estamos a punto de algo más y no sé qué exactamente, la puerta de mi departamento se abre y escucho:
-¿Qué mierda está pasando aquí? ¿Y quién es el imbécil, tu jueguito de turno?
No hablo, no puedo, y es el cavernícola que responde:
-Me vuelves a insultar y el problema lo arreglamos afuera.
Con la mano temblorosa toco su hombro, no quiero problemas; Roberto tiene los ojos rojos de cólera, y cuando me mira su gesto es aún más huraño y sin importarle nada sisea:
-Dime, ¿quién es este imbécil?
Listo, el guante tirado, Pedro se abalanza sobre Ricardo y lo toma por la solapa.
-Vasta, paren, quiero que se vayan los dos, ¿qué son? ¿Animales?
Ambos me miran, pero no se sueltan, el silencio es tenso, no lo soporto.
-Vaya, Francisca, cómo lo defiendes, que tierno.
-Lo hago porque estás hablando sin saber.
-Lo dudo, conozco como eres, y sobre todo se cómo eres cuando tienes rabia, ¿sexo animal para no pensar? ¿O tierno para sentirte protegida?
-¡Qué estás diciendo! -grito fuera de mí-. Entre nosotros no ha sucedido nada.
-¿Segura? -pregunta en un tono que me desconcierta, y ahora sí que la tensión se puede cortar con tijera.
-Es mejor que te vayas -comienza Pedro a hablar con voz ronca y amenazante.
-Oh, perdón, quieren seguir tirando.
No sé cómo ni en qué momento pero veo pasar el puño de Pedro que se incrusta justa en el de Roberto, por supuesto él no se queda tranquilo y responde con la misma violencia. Odio lo que está sucediendo, eso sin contar con que mis cosas están siendo trizadas sin contemplación. Cuan heroína que no soy y en un acto irresponsable me meto entre ambos y es la mano de Ricardo la que se estrella sin querer en mi pómulo. Cuando creo que Pedro le va a responder, hace todo lo contrario, me toma por ambos brazos y me protege con su cuerpo.
-Ahora -gruñe-, sal de esta casa inmediatamente.
-Jamás pensé que fueras una cualquiera, a pesar de todo pensé que tenías corazón -suelta en una carcajada furiosa, sin siquiera disculparse por lo que acaba de suceder. Sin un ápice de culpa.
-No puedes pensar así de mí, nos conocemos hace muchos años, no puedes...
Pedro me mira y solo hace que me centre en él, a mí la angustia me puede, hace que me falte el aire, el hombre que quiero acaba de humillarme, las lágrimas salen a borbotones por mis ojos cuando siento como la puerta se cierra de un portazo.
-Tranquila, Francisca.
-No puedo… no puedo dejar que crea que hay algo entre nosotros…  ¿ves lo que piensa de mí?
-Sí… -responde preocupado, pero intenta hacerme sonreír-, y no te he tocado ni un pelo.
Niego con la cabeza, pero ni media sonrisa me sale, parece como que el huaso me lee los pensamientos.
-Un hombre que quiere de verdad jamás te tendría como amante.
-Yo lo impulsé a esto.
El niega con la cabeza.
-Solo está jugando contigo, si no jamás se hubiera casado, no te respeta a ti ni su mujer, y tú…
-Camila me dijo lo mismo.
-¿Quién?
Como no entiende le hago un resumen de lo ocurrido en la mañana y tiene la delicadeza de solo abrazarme y es… extraño.
-Ahora ya no tienes excusa para no tomarte unos días de vacaciones y venirte conmigo al sur.
-¿Cómo?
Sin decir nada, y como si conociera mi departamento me lleva al baño, cuando me miro al espejo entiendo todo.
Me parezco a Rocky Balboa, y cuando me toco, Pedro gruñe.
Y no sé porque de pronto me mareo y me dan unas ganas enormes de vomitar…
Dos días después llega el día en que me voy al campo, e igual como dicen “Los Prisioneros” con lo romántica que soy tomo un tren al sur.
No he visto a ninguna de mis amigas, ni he respondido lo cientos de llamados de Roberto, y no estoy exagerando ni un poco. Solo les dije que viajaría a los preparativos, y cuando Bea quiso venir le dije que estaba muy enojada para verla, que todo lo hacía por Sofía. Incluso le pedí al cromañón que por supuesto volvió a ser el de siempre que no dijera nada, que sería la mejor madrina y él el mejor padrino del mundo mundial.
Pero cuando me duermo antes de salir de Santiago un calor invade mi cuerpo, ardor, excitación y un cosquilleo incontrolable recorre mis piernas, se lo que va a venir, sexo salvaje del que me gusta, pero de pronto cuando siento sus manos recorrer mis muslos veo su cara.
¿Pedro García Huidobro ? ¡¡Él !!
Chillo su nombre y el señor mayor que está a mi lado me mira con mala cara, y yo… solo me puedo disculpar.
Cuando soy capaz de poner en orden mis ideas una lagrima cae, soy una tonta, quería que fuera Roberto. Y ahora sí que tardo horas en volver a dormir.
¿Quién se cree este huaso que es para meterse en mis sueños?, ¡¡y eróticos!!
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domingo, 6 de enero de 2019

Relato erótico corto Sr. Costabal.





A veces y solo a veces, amo la televisión por cable, especialmente hoy domingo que después de almorzar nos sentamos con las chicas y literalmente nos tomamos la habitación de Mauricio, bueno, la nuestra en realidad, y vemos un maratón de Cincuenta sombras de Grey. ¡Dios!, pero es que este hombre tiene ese no sé qué, que no deja indiferente a nadie, y aunque ya leímos los libros y la película no está de moda, cuan adolescentes que ya no somos volvemos a verlas y a sorprendernos con cada una de las escenitas sado, que en realidad no duran tantos segundos, pero eso nos da lo mismo, lo que no vemos en la peli lo leímos, o…lo imaginamos, ¡y en grande!!
Creo que estamos un poco, pero solo un poco pervertidas con la literatura erótica, nuestra imaginación da para mucho y más, sobre todo cuando miro el cabecero de mi cama, las cosas que yo haría, pero ni en esta ni en la otra vida se las digo a Mauricio, quizás y después piense que se casó con una pervertida. No es que vaya de santa por la vida, después de todo follamos como dice él en cada rincón de la oficina, ¿pero a lo Grey? Eso ya son palabras mayores, y con mayúsculas.
-Bueno, creo que ya es hora de irse -dice Claudia sacándome de mi ensoñación, y Fran, obvio es la primera en delatarme.
-¿Pensando en cómo sería tu Costagrey?
-¿¡Qué!?
-Eso, simple, tu cara te delata, y ninguna de ustedes se atreva a negarlo, no me digan que no les gustaría que les dieran unas nalgadita de placer, puro placer -alarga la palabra.
-¿Y seguro que a ti no? -responde Paula riendo.
-Por supuesto que sí -ataca con esa sonrisa diabólica la feminista-, pero no precisamente tú.
-¿A no? -responde Paula tocándose su perfecto cuerpo, porque eso sí que tiene la desgraciada, es hecha a la medida.
-No, te falta algo que te cuelgue entre las piernas para que me guste a mí.
Claudia se tapa la boca sonrojándose, pero como parece que la película me ha dejado un poco prendida mi lengua se adelanta.
-Eso lo solucionamos fácil, un arnés y ya te damos en el gusto –sonrío, ambas nos ponemos a reír por las estupideces que se nos ocurren, hasta que de pronto entra Sofía y todas al instante como si estuviéramos haciendo algo malo nos callamos, ella, que es muy pero muy inteligente nos mira a todas estudiando nuestros rostros. Pero como siempre, Claudia, la madura del grupo salva la situación y les dice a todas que es hora de irse.
En el salón Mauricio está con cara de pocos amigos, algo que no es tan anormal en él, cosa que a Fran le molesta, y lo hace saber.
-Para la próxima en vez de parecer un crio aburrido por que le quitaron su juguete favorito-manifiesta apuntándome-, podrías salir a dar una vuelta.
-O, tú, simplemente ser una persona decente, almorzar y dejar descansar a los dueños de casa yéndote -la ofende con esa sonrisa que a mí me derrite.
-Toda la razón, Costabal, pero da la casualidad que de decentes no tenemos nada.
Él solo levanta una ceja y me mira, sé que no entiende y exige con esa mirada una explicación.
-Nada, Mauricio -interviene Paula-, no le hagas caso a esta loca, está así por la película que acabamos de ver.
-¿La porno, dices tú? -la interroga haciéndose la inocente para molestar a mi marido, y sí, da resultado.
Como si le hubieran puesto un ají en cierta parte se levanta del sillón y su mirada solo de dirige a mí.
-No, no, no vimos una…
-¡Ah!, ¿cómo qué no?, si lo más que vimos fue el culito de Jamie.
Ya no me mira, soy fulminada por esos ojos.
-Esa -chilla la muy desgraciada-, esa misma mirada tenía Grey antes de follar a Anna.
Su frente se arruga, sé que no entiende nada y yo ya estoy colorada como un verdadero tomate.
-Ignorante, infórmate y aprende del maestro, que no es el señor Miyagi por si acaso -se burla, y con eso me da un beso y se va dejándome a mí con el toro a punto de atacar.
-¡No la soporto!
-¡Mauricio!
-¿Qué?, es insufrible.
-No digas eso.
-Ahora dime, ¿qué estabas viendo y qué es esa sarta de estupideces que dijo tu amiga? -recalca la palabra “amiga”
-Una porno, no -niego tajantemente.
-Si quisieras ver una, es cosa que me digas y la vemos juntos -dice tan suelto de cuerpo como si hablara de una película de princesas.
-¡Mauricio! -chillo avergonzada mirando para todos lados para asegurarme que Sofía no esté escuchando.
-¿Qué? ¿Acaso nunca has visto una porno?
Dudo unos segundos si decirle la verdad o mentirle, pero me decido por la verdad y solo niego con la cabeza y me acerco a abrazarlo.
Él en el instante me da una palmada en el culo y… me duele, lo miro y ya está con esa expresión seria de jefe ardiente.
-¿Acaso te crees Grey? –le suelto sin querer queriendo como diría el Chavo del ocho.
-Perdón, ¿quién?
-Nada, nada -me hago la tonta separándome de su agarre un tanto avergonzada-, voy a acostar a Sofía.
Varios minutos después cuando llego a la habitación, él está sentado como indio mirando a la nada, ni siquiera me abre las tapas. Está enojado, pero… ¿y yo qué hice?
Lo abrazo, es como si fuera una estatua y ni siquiera se inmuta cuando me quito la ropa interior y la tiro por encima de él al suelo.
Me rindo, caigo en brazos de Morfeo.
Al otro día muy temprano nos levantamos y como siempre los tres salimos de la casa. Todo el día  me quedo pensando en qué es lo que pasó anoche, y por más que le doy vuelta no entiendo.
En la tarde lo llamo para saber si regresamos juntos a casa y me extraña que no me responda, pero claro, ha sido así todo el día, de los cientos de mensajes que nos enviamos, hoy no recibí ni medio, ni siquiera su tan ya conocido, ¿almorzaste?
Al abrir la puerta del departamento todo está en absoluta penumbra, solo unas tenues luces se distinguen desde la habitación. Mi corazón late un tanto más aprisa, estoy preocupada, ni Sofía ha salido a recibirme, y cuando abro la puerta por completo de nuestra habitación me quedo simplemente paralizada. La luz dibuja sobre su cuerpo formas que lo hacen ver perfecto. Su abdomen plano desnudo solo está cubierto con unos pantalones… ¿oscuros? Y el botón desabrochado dejándome ver perfectamente su libre erección. La boca se me seca cuando noto la fusta en su mano golpeando su pierna.


-Qué… qué es todo esto -pregunto incrédula de lo que ven mis ojos, y sin darme cuenta ya estoy pegada a él sintiendo un latigazo sobre mi culo.
Curvo la espalda tratando de alejarme, pero en un solo movimiento toma mis muñecas y pone unas esposas de piel rojas.
-¿No te gusta tanto ver a ese tal Grey? -espeta con soberbia, y sus palabras cargadas de excitación me contagian.
-Yo, eh…
-Silencio.
Mierda, su voz es otro tipo de latigazos que me agita por dentro.
-Mau…
-Dije silencio, señorita Andrade -repite apegando su cuerpo al mío, tomando mi mandíbula para cubrirme la boca con sus grandes manos, mientras sin entender mucho mis manos solas se pegan al respaldar de la cama, y él clava su pelvis en la parte baja de mi cintura.
Un suave golpe, más bajo llega justo a ese lugar, rozándolo, es una sensación extraña, como si una corriente me recorriera. Tomo aire para calmar esta sensación, pero cuando su mano es la que me toca se me escapa un sonido a toda regla.
 Quita la mano de mi boca y me obliga a mirar el reflejo oscuro de nosotros dibujado en la pared, nuestros cuerpos se expresan dándole aún más morbo a la situación. Mis piernas tiemblan y a pesar de que aún estoy vestida sé que mis bragas ya están húmedas y mis pezones erectos claman por salir mientras él parece un monumento esculpido a mano con el pecho perlado y su espalda levemente curvada hacia mí.
Lo primero que introduce en mí son sus dedos que recorren mi boca al mismo tiempo que no deja de mirarme ni un solo segundo provocándome aún más excitación. Mis caderas solas piden más, pero es como si él llevara su propio ritmo, lento, torturante y demoniaco; jugando con mi sexo que ya palpita desesperado. No puedo evitarlo y un gemido suplicante se me escapa.
-¿Hablaste?
Niego con la cabeza, se supone que debo seguir sus órdenes, de eso se trata el juego ¿o no?
-No soy sordo, señorita Andrade -añade con voz ronca.
-No…
-Ahora sí lo has hecho -asegura y me acalla nuevamente, pero esta vez con un beso furioso cargado de más. Y es el instante en que sube mi falda, corre mis bragas y al fin se introduce, centímetro a centímetro aun con los labios pegados.
Las luces provenientes de la vela confabulan para ver nuestras sombras en toda la habitación permitiéndome sentirme una mujer desenfrenada y audaz. Subo las piernas atrapando su cintura, y aunque intento abrazarlo no puedo, es una verdadera tortura en un paraíso maravillosamente doloroso; y lo que faltaba, una palmada en mi culo que me hace arder hasta el mismo infierno, dejando así marcado en mi piel sus cinco dedos mientras siento como se clava más y con más fuerzas, poseyéndome, sometiéndome a su completa voluntad. Me entrego a cada embestida, a cada azote sobre mi piel enrojecida, a cada dedo que introduce en lugares que cuando estoy cuerda no quiero ni pronunciar, pero ahora, quiero todo, quiero todo y obtengo más.
Y así, agarrándome de la barra del cabecero, aprieto con fuerzas las manos y libero el gemido que está atrapado en mi garganta, el mismo que Mauricio con su boca apegada a la mía no me dejaba expresar. Y en castigo, separándose de mí, dándome una sensación de vacío abre mi blusa esparciendo los botones como si fueran gotas de lluvia por toda la habitación, y comienza con la fusta lacerante y amenazadora a recorrer mi abdomen hasta llegar al lugar que clama por él, pero ahora con mucha más fuerza y un ímpetu que quiero atesorar para siempre.
Mi gemido finalmente estalla en sus labios, espero un castigo, y este llega en forma de latigazos, cada uno más fuerte que el anterior, ahora sí que jadeo sin poder evitarlo y su cuerpo entero está sobre mí. Puedo a través de las sombras ver claramente la fusta en sus manos y cuando sé que ya no puede más hablo:
-Acaba para mí, mi amor-. Y como si fuera una bruja y mis palabras fueran mágicas Mauricio se entrega completamente soltando todo lo que tiene en sus manos para sostener mi rostro y gemir dentro de mi boca, entrelazando la lengua, disfrutando de cada espasmo que lo recorre por dentro.
-Mío… -susurro con la voz cortada.
-Siempre tuyo.
-Y ahora, señor Costabal, deje de jugar a ser Grey y hágame el amor como usted sabe, o… déjeme a mí la fusta para jugar yo…
Sus ojos se abren como dos linternas, y es ahí cuando apaga la vela y ya no se ven ni nuestras sombras, somos solo nosotros dos, Beatriz y Mauricio Costabal, mi H.D.P personal….

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