domingo, 12 de enero de 2020

Spoiler "el Huaso"







Después de una de las acaloradas discusiones que siempre tenían, Francisca necesitaba alejarse, a pesar de estar de acuerdo con algunas costumbres, con otras estaba muy en desacuerdo, tal como había sucedido minutos atrás.
No podía entender por qué se empeñaban en minimizar todas las opiniones de la hermana de Pedro. Había estado a punto de gritarle a la señora que la equivocada era ella, no su hija, pero se contuvo, y en honor a eso decidió salir del lugar, sino, estaba segura armaba la tercera guerra mundial, y peor, ¡¡Dios!! Ese hombre que era todo un macho, no era capaz de contradecir a su madre sabiendo aún que no tenía la razón.
No se dio ni cuenta de la cantidad que había caminado, hasta que cuando ya no pudo más, en un lugar desierto del campo se detuvo. La luz del día ya se estaba guardando, incluso se podía ver todo el cielo teñido en color anaranjado.
El silencio reinaba alrededor, solo se escuchaban algunos pajaritos, hasta que de pronto, por entre medio de los árboles apareció el hombre que encarnaba su mayor deseo, la lujuria personificada en una sola persona, con nombre y apellido, ¿acaso no podía tan solo abrocharse la maldita camisa?, ¿y se una persona normal? ¡No! No podía, pero lo que sí podía notar era su torso cincelado respirando acelerado.
A penas la vio clavó sus ojos en ella. El tiempo se detuvo para ambos, y sin dejarla hablar llegó a su lado, acarició su rostro con sus cálidas manos, grandes y húmedas. Las deslizó por su cuello, por sus hombros, por su pecho. Acercó su boca en busca de la suya, la necesitaba, y esa era la forma en que tenía para demostrárselo.
No solo estaba listo, incluso su miembro ya estaba preparado, se frotaba contra ella con urgencia. Un gemido gutural salió desde su interior, y Francisca, aunque aún no hablaba, esperaba con ahínco que acabara la tortura en que él mismo la estaba sometiendo.
-Si vas a hacer que se me quite la rabia, hazlo ya -susurró mordiéndose el labio al tiempo que le desabrochaba el botón del pantalón.
- ¿Y si solo he venido a ver cómo estabas? -preguntó mientras amoldaba perfectamente su mano a su pecho, apretándoselo.
A Francisca se le escapó un sonido gutural ante aquella sensación, y por supuesto Pedro levantó la cabeza con gesto de arrogancia, sabía lo que hacía, darle placer. Estudió sus ojos, su cara estaba seria, pero con los ojos bien abiertos, percibía la rabia que tenía ella en ese momento y también sabía perfectamente cómo quitársela, en ese minuto estaban en una intensa guerra personal. ¿Lo iba a apartar?
-Lo vas a hacer ¿sí o no? -musitó con el corazón acelerado.





-No-respondió y vivió a amasar los senos de Francisca-, voy a tomar lo que es mío cuando lo reconozcas.
Tenía mil cosas para decirle a ese machista empedernido troglodita de las cavernas, pero las ganas o mejor dicho la calentura le ganaban en ese momento, sabía que nada con él era buena idea, no con alguien como él, pero también era consciente que con Pedro perdía todo rasgo de cordura, la prueba estaba clara ya que casi 90 kilos cernían sobre ella aplastándola contra la hierba, tocándola sublimemente y haciendo que le suplicara o mejor dicho que aceptara lo que nunca quería admitir. Dos palabras, “era suya”
Pedro sacó su mano sustituyendola por la boca, y como si fuera un animal hambriento succionaba y lamia ese pezón rosado que tanto lo volvía loco.
Francisca gimió, tomó su cabeza tirando de su pelo, con fuerza, pero ni así el quitaba sus labios, sentía cada vez más fuerte una oleada de placer por su cuerpo que se alojaba justo en su entrepierna, tan intensamente que estaba segura que así la que terminaría primero sería ella. Jamás se había sentido tan animal, y eso que el sexo le gustaba, y claramente llevaba años practicándolo, pero con él era diferente, nunca sabía que esperar. Y eso…era lo que más le excitaba.
-Pedro…
Él levantó su cabeza quedando solo a unos centímetros de su pecho, el pezón brillaba por la saliva y gracias a la briza y a la sensación estaba completamente erguido, la visión le arrancó un gruñido totalmente masculino de animal primitivo.
-Solo dilo, mujer, no soy un puto robot-dijo con la voz áspera, casi salvaje.
Ella gritó frustrada debatiéndose entre el deseo más crudo o sus propias convicciones.  La expresión expectante de Pedro le llegó directamente al corazón, no quería pelear, quería follar, y sí, como un animal, pero él, él se lo ponía todo tan difícil. Lo rodeó con sus manos por la nuca enredando sus dedos en su pelo. La mirada de Pedro se clavó en la de Francisca mientras ella levantó todo lo que pudo sus caderas hacia él.
-No soy de nadie.
A Pedro se le dilataron las pupilas, y las aletas de la nariz. Estaba peor que un adolescente, sabía que aún sin que su pene la tocara acabaría ahí mismo gracias a esas caderas malditas que lo rozaban.
-No sabes lo que dices…
-Lo sé -susurró ella con voz pastosa-, claro que lo sé.
Pedro cerró los ojos un instante, Francisca sintió que la tensión se disipaba mientras él volvía a comerle la boca y hundía su miembro en su vientre, ella le sujetó la cabeza con más fuerza sintiendo en ese preciso momento como ambos dejaban fluir su esencia.
 Sin palabras, solo con miradas se frotaron cada vez más rápido dándose placer, uno que a cada segundo les pedía más y más, pero ninguno era capaz de dar su brazo a torcer…

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5 comentarios:

  1. Estos dos cabezas duras me matan, son fuego puro!!!!

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    1. asi es, y habra que ver si se queman antes o logran ser solo uno !!!

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  2. Woooow, que parejita.... me quede con gusto a poco...fenomenal

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  3. ME ENCANTO, COMO SIEMPRE ME DEJAS SIN PALABRAS!!

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  4. Cuando continúa??? Es muy bueno, te pasasteeeee

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