Mientras
voy camino a buscar a Clemente me doy cuenta que todas las casas están
totalmente decoradas de Halloween, por supuesto, no la mía. ¿Desde cuándo se
celebra esta fecha? Yo jamás salí a pedir dulces, incluso teniendo raíces
europeas. Aunque a decir verdad esto es mucho más yanqui que otra cosa, y al
pensar en eso mi estómago me recuerda que lo voy a ver, y por supuesto
cuanto odio le tengo. Es mutuo. Ahora es él quien me corrige cuando
le digo pequeña a Josefina, ¿quién se cree? Prefiero no auto responderme y seguir adelante lo más tranquilo posible.
Pero entre toda esta nebulosa y niños corriendo como muertos vivientes la veo,
y sí, por unos segundos la Caperucita Roja con un par de coletas en el pelo y
su canasta de dulces me aceleran el corazón, y sí, Dios sabe que me convertiría
en lobo solo para comérmela. Hasta que de repente mi visión se ve alterada al
ver salir a dos personas de traje negro perfectamente peinados, ella les
sonríe, primero al mayor y luego extiende sus manos para abrazar al pequeño, en
tanto el otro la agarra de la cintura como si le perteneciera dándole un beso
en los labios que debería estar prohibido aquí y en todo el mundo.
Detengo el
auto justo en frente de ellos, menos mal que mi hijo me reconoce de inmediato y
al gritar mi nombre ellos se despegan, porque es eso literalmente lo que hacen.
-¡Papa! -Grita
Clemente.
-¡Max! -me
hace una seña Josefina, como si yo no la hubiera visto, en tanto él, solo mueve
la mano.
Como
siempre, y con ese candor que la caracteriza se lanza a mis brazos y son los
segundos más maravillosos de este día, claro, duran poco, mi pequeño reclama su
puesto y es a él quien cojo en brazos.
-Max, ¿pensé
que te ibas a disfrazar?
-No soy un
niño, Jose.
-Ya… -Estira la palabra riéndose, y sé que algo más me dirá-, ¿pero de Superman para el
cumpleaños?
Me
estremezco por dentro, ese momento fue mágico, pensé que siempre sería así.
-Por favor,
Jose, eso era una fecha importante, esto es…
-Una fiesta
para celebrar -acota el yanqui estirándome la mano para saludarme, solo para no
ser descortés lo imito, ambos nos miramos a los ojos y como hombres sabemos que
no es de caballeros nuestro saludo.
-Papá, ¡soy
James Bond!-nos distrae clemente.
-¿Quién?
-Un súper
agente inglés -recalca esa palabra.
-Pensé que
serías un súper héroe.
-No, eso es
para los niños, ¡yo soy grande!
Jose pone
los ojos en blanco como diciéndome que no le diga nada, que lo deje. Y yo… le
obedezco.
-No vuelvan
tan tarde, hoy tenemos una comida en casas de Andrés.
-¡Sí! Ya no
voy a ser el único nieto, voy a tener un primo.
-¡Clemente!
-lo regaña mi pequeña-, ¡es un secreto!
-¿Ámbar
está embarazada?
-¡Sí!-aplaude
como la niña que yo aún veo-. Pero nadie
lo sabe, hoy lo anunciará a la familia, por eso te pedí que llegaras temprano -se
disculpa.
-Lo sé, lo
entiendo, a las nueve estaremos de vuelta.
Nos despedimos
y con Clemente aún sobre mis brazos lo llevo al auto. Nos ponemos en marcha y él
como siempre comienza a contarme todas sus aventuras de la semana, cosa que le
celebro.
A penas
llegamos al barrio que él mismo me indicó se baja, de inmediato otros muertos
se le acercan, y así comienzan a correr por la vereda, me cuesta seguirles el
paso, así que me apresuro lo más posible, hasta que de pronto veo a un chico
sobre el resbalin lanzarse al suelo, y el
que sigue es Clemente.
-¡Ni se te
ocurra lanzarte! -grito desde lejos.
-¡Soy James
Bond papi, nada me va a pasar!
-¡Clemente
Von Kryler! -advierto, y es como si nada, no solo se lanza, sino que además se
sube a la escalera colgante y cuan mono camina por arriba de los fierros.
-¡No corras
por ahí! -grito con el corazón prácticamente en la boca, ya veo que se estrella
contra el suelo, pero claro, es terco, sigue en lo mismo, disparando y haciendo que varios niños caigan al suelo.
-¿Pero qué
te pasa? -pregunta una bruja mirándome como si estuviera loco, y bueno, capaz
lo estoy.
-¡Mira! -le
indico señalando al lugar-. ¡Míralos!
Cuan bruja
mira donde le indico y luego a mi dirección, solo moviendo la cabeza,
regañándome con el ceño fruncido, y estoy seguro que esa mirada la he visto en
alguna parte, estoy seguro que bajo esos lentes de contacto blancos y de esa
pintura blanca, de “muerta” hay un rostro conocido.
-Los niños están
jugando, claramente James Bond -dice reconociendo de inmediato a mi hijo-, los
está matando, y ellos están cayendo. Simulando –recalca-, que mueren, y ahora,
se supone que está peleando con la mujer maravilla.
-¡¿Mujer
maravilla?! -me escandalizo-, ¿pero tú
ves cómo va vestida esa niña? Parece, parece…
-Parece
mujer maravilla -me corta enérgicamente.
-¡Su falda
es demasiado corta! Quizás como será su madre -suelto enardecido porque
claramente esa mujer ardilla está a punto de ganarle a Clemente, y él en vez de
estar sufriendo, veo como lo está disfrutando.
-Sí, claro
que es corta, por eso lleva calzas abajo -me responde enfadada, y juraría que
le salen chispas por los ojos, y eso que es bruja, no dragón-, y para que lo
sepas, su madre es bastante normal, incluso se disfraza para que no se sienta incómoda.
Hago un
gesto de poca importancia hasta que la bruja se pone en frente de mí y
prosigue:
-¿O acaso
tienes algún problema, Maximiliano?
Eso sí me
sorprende, sabe quién soy, abro los ojos como plato y cuando noto una sonrisa
de suficiencia, esa maldita sonrisa de “soy una mujer superada” se
perfectamente quien es. Es una apoderada del curso de mi hijo que siempre me ha
llamado la atención, desde el primer día que la vi. Incluso cuando voy a
buscarlo al colegio me quedo a veces, solo a veces un rato más para mirarla. Me
gusta su desparpajo, su forma de enfrentar los problemas de los niños, pero
nunca he entablado una conversación o algo más porque lleva argolla de
matrimonio, y eso sí que lo respeto. No sé cuántos años tendrá, no tantos menos
que yo, aunque…
-¿Bueno, y?
¿No me vas a decir nada?
-Sí, que la
madre de esa niña es una bruja y no sabe lo que su hija guarda en el armario.
Ahora sí
que me mira más que indignada.
-Von Kryler,
eres más retrógrado de lo que imaginé, y estoy totalmente segura que bajo ese
traje arrugado hay un hombre amargado que no sabe disfrutar de la vida, y menos
de momentos como este en que los niños están disfrutando sanamente con un
juego, ¡y con un disfraz!
¡Wow! Si
eso no es un decálogo de defensa, está muy cerca, pero no me arrepiento de
nada, hasta que un grito de la mujer ardilla nos distrae. La bruja deja de
mirarme y corre hacia su hija que está en el suelo.
-¿Amelia, qué
te pasó? ¿Te duele?
-Yo no la
maté -se defiende Clemente y la pequeña mueve la cabeza para que mi hijo que
está que se le salen los ojos se quede tranquilo.
-¿Quieres
que la llevemos a la clínica? -le pregunto viendo como le sangra la rodilla.
Ya no es
bruja, es la niña del exorcista, gira su cabeza y con odio escupe:
-¿Cómo se
te ocurre?, es solo un raspón, con alcohol y mimos se le pasará, no necesita
una clínica.
-Ya,¿ y eso
lo sabes, tú?
-Mi mami es
enfermera -suelta la pequeña abrazándola, dejándome totalmente callado.
-No… no lo sabía
-me disculpo.
-Por
supuesto que no, no sabes nada -me dice en tono de reproche.
-Estás
equivocada, sé que tienes una hija, que vives a dos cuadras de aquí, que estás
casada y que eres enfermera de la clínica.
Ahora abre
los ojos tanto que creo que se le juntaran con el pelo, y actúa, casi, como si
le hubiera dicho un insulto. Coge a su pequeña en brazos y se la pone en las
caderas. Se nota que le cuesta, su hija es casi tan grande como Clemente, y eso
no es menor.
-Despídete
de tu compañero, mi vida, vamos a casa a curarte.
-Yo quiero
seguir jugando
-Tengo que
curarte la herida.
-Pero,
¿pero, Cleme puede ir a la casa? -le pregunta, claramente es un minuto incómodo,
pero al ver que mi hijo también insiste, acepta.
-Está bien,
vamos.
Cuan sargento
da una orden y en silencio la sigo, los chicos van alegres conversando, y
cuando como el caballero que soy le pregunto si quiere que cargue a su hija me
dice que no, me queda claro que aún está enojada, para eso no hay que ser
adivino.
Al llegar
me invita a pasar. Su casa es completamente femenina, y eso me llama la
atención. Sienta a la pequeña en el sofá, nos indica que ya vuelve y todos
nuevamente obedecemos.
A los pocos
minutos regresa con una bandeja con leches en cajitas para los niños y para mí
un vaso de agua, y en la otra mano, una cajita plástica con una cruz roja en
medio.
Deja todo
sobre la mesa de centro, los niños toman sus leches y se acomodan en el sofá.
-Bueno,
Amelia, ahora vamos a desinfectar la herida.
La pequeña
asiente con la cabeza.
Ella se
quita la capa negra que la cubre y mis ojos automáticamente se van a su vestido
de algodón negro, que se le ajusta como un guante al cuerpo, y vaya, que
cuerpo, nada le sobra ni le falta y una sensación que hace mucho no sentía
asalta mi mente, y otras partes.
Con todo el cariño del mundo y una gran
sonrisa se arrodilla frente a nosotros, y con manos mágicas y una dulzura que
no había visto le cura la rodilla, le da un beso en la frente y le indica que
ya está lista. Ante esas palabras Amelia invita a Clemente a conocer su pieza y
nos quedamos solos.
Ella se
sienta y a continuación se quita la peluca negra dejando ver su pelo castaño
claro perfectamente peinado con unas trenzas pegadas a la cabeza. Sí, se ve
otra… ¿me gusta?
-Disculpa
si te ofendí en la plaza.
-Supongo
que eres como todos, prejuzgas primero.
-No soy así
-me defiendo.
-¿Seguro? -me
dice sonriendo de medio lado, y me encanta. Mentiría si dijera que me está
coqueteando, pero es tan directa que…algo produce en mí.
-¿Me
equivoqué en algo? -levanto las cejas con gesto de suficiencia, más que para
que me crea vencedor para saber más de ella.
-Sí, no
trabajo en la clínica, sino que en el hospital de Puerto Montt.
-No existe
un…
-¿Si
quieres saber si soy casada, viuda o divorciada, ¿por qué no simplemente me lo
preguntas?
Wow, sí que
es directa, ambos nos miramos a los ojos, sé que yo estoy sintiendo algo más, y
estoy casi segura que ella también. Ninguno de los dos esquiva la mirada,
incluso es evidente que nos miramos los labios y que la tensión crece a cada
segundo, ni el mamá ni el papá que ambos sentimos nos distraen, hasta que el teléfono
de mi bolsillo comienza a sonar reventando esta pequeña burbuja.
-¿Qué? -respondo
sin siquiera mirarlo.
-Max -pregunta
extrañada Josefina, y por primera vez desde hace mucho la quiero fuera de esta ecuación
-. ¿Qué pasa?
-Son las
nueve y media…
Cierro los
ojos un momento, el tiempo se me pasó volando, me levanto sin dar ninguna
explicación, y le digo que en diez minutos estoy en su casa, sé que se lo digo
de mala forma porque me pregunta si estoy bien. Llamo a Clemente y él también
sabe que mi tono no es de juego, baja en dos minutos, y aunque reclama, está
contento porque sabe que hoy será una noche de buenas noticias.
-Mándale
saludos a Josefina -me dice mordiéndose el labio con los ojos blancos pagados.
-Esto no ha
terminado.
-¿No?
Sin decir
ni media palabra nos vamos, Clemente está casi a punto de dormir. Tal como dije
en diez minutos llego, Jose sigue de Caperucita Roja, la veo de forma diferente, tan ¿niña?
Rápidamente le relato lo que hicimos y ella
sonríe como siempre, nos despedimos y voy de vuelta a mi casa.
Durante
todo el camino pienso en el momento que acabo de vivir, no sé explicarlo a
ciencia cierta, pero algo se movió dentro, algo se resquebrajó. En casa me
sirvo un whisky con varios hielos para bajar la ansiedad, y como no se me pasa
decido bajar energías nadando.
Me quito la
ropa, subo el timer de la piscina y como siempre hago para relajarme, nado, me
tiro un par de clavados que requieren toda mi concentración y ni aun así puedo borrármela.
No soy un
hombre impulsivo, menos a las doce de la noche, pero no me importa. Y sin
querer perder más tiempo solo me pongo un polerón de algodón.
Ni siquiera
pienso en que le voy a decir, o a qué voy, es algo extraño lo que siento. Estoy
siendo impulsivo, me estoy dejando llevar, pero ¿por qué? ¿Por sentimientos?, ¿por
emociones?, ¿por calentura? No tengo ni la más puta idea, solo sé que quiero
terminar la conversación pendiente.
Frente de
su casa me estaciono, toda la casa está a oscuras, excepto por la luz del
pórtico y el fantasma que bambolea por el viento. Me subo un poco más el cierre
del polerón porque está helado, sin meditarlo más cruzo y toco discretamente a
su timbre, pasan los segundos y nada, cuando voy a pegar el dedo en el botón,
la luz de dentro se enciende y ella abre la puerta.
No es la
bruja de antes, sus ojos no son blancos, son café con pintas más oscuras, su
pelo no va trenzado, sino completamente crespo y enmarañado. Pero su ropa, oh,
Dios, sí que es diferente.
El vestido
largo ha sido reemplazado por una camisa de dormir blanca con encaje, con el
frío sus pezones se erectan, e incluso puedo ver más allá de la tela.
Su cara es
de completo asombro, y me gusta, no solo yo la estoy mirando, ella está
haciendo lo mismo, hasta que soy yo quien rompe el silencio.
-¿Dulce o
travesura?
-¿Qué? ¿Qué
dijiste?
-Responde.
Desde este segundo
la lujuria brilla en sus ojos y me estremezco. Su cuerpo se marca solo para mí
y cuando da un paso hacia atrás, entiendo que es una clara invitación a entrar.
Mis ojos se
abren cuando me toma la mano guiándome hasta el salón, y como si solo ella
fuera la protagonista cierra las mamparas dándonos total privacidad y en medio,
frente a mis ojos sus manos comienzan a recorrer su cuerpo, desde su vientre a
su pubis, y antes de que siga mis manos apartan las suyas siguiendo aquel
recorrido, sin poder evitarlo recorro desde su muslo hasta sus vellos
ensortijados, juego con ellos hasta que está completamente húmeda y su clítoris
comienza a abultarse. Hasta que me doy cuenta que no solo ella está sintiendo
calor, mi pene está completamente erecto, y de la mujer segura y que se llevaba
al mundo por delante no queda nada, ni un musculo de su mano se mueve.
-Tócame. —Le
digo al mismo tiempo que uno de mis dedos se hunde en su sexo produciendo un
gemido en ella y un suspiro en mí, ¡qué sensación!
Cuando toma
mi pene con sus manos frías todos mis instintos primitivos despiertan, comienzo
a penetrarla una y otra vez, sintiendo con mis dedos lo que otra parte de mi cuerpo
debería estar sintiendo. Ataco su boca con vehemencia, nuestros dientes chocan
y como no quiero que se separe ni un milímetro de mi enredo mi mano en su pelo
atrayéndola aún más, jadeando en su boca mientras ella y su cuerpo se entregan
totalmente. Cada temblor, cada sacudida, cada escalofríos me pertenecen. No hay
palabras de por medio, nuestros ojos hablan por sí solos, es como si nos
entendiéramos, y cuando ya no puedo más, le quito la maldita camisola y sin
darle tiempo a nada me hundo en ella, hasta el fondo sintiendo una sensación
inimaginable. Toda ella está para mí, sus labios, sus dientes, su lengua que me
lame mientras la penetro cada vez más profundo, más fuerte, más rápido, hasta
que como si estuviéramos completamente sincronizados nos corremos al mismo
tiempo con ganas, con fuerza, con lujuria, y cuando ella abre los ojos susurra
en mis labios:
-Ya, ya
tengo dulce -jadea con la respiración entrecortada-, ahora quiero travesura.
Este relato es sobre Maximiliano, un personaje de la Todo por sus ojos, si aún no la lees, uff, te la estás perdiendo!!!
Si te gustó este relato, comenta!!! y si quieres, aún mejor, comparte!!!
Ummmmmm, muy bueno!!!
ResponderEliminarMuy bueno, me encantó.
ResponderEliminarQuiero más
Buenísimo Conti! No decepcionas😍
ResponderEliminarBuenísimo el relato solo quedé con gusto a poco jajaja.
ResponderEliminarGracias Conti por volver alegrarnos los domingos.
Buenísimo... Como todas tus historias, un poquito mas no???
ResponderEliminarMe encantó!!!!!!
ResponderEliminarExcelente, como siempre nos dejas con ganas de mas, gracias
ResponderEliminarExcelente relato quiero segunda, tercera parte
ResponderEliminarMe encanta Maximiliano, ya quiero la segunda parte!!!!
ResponderEliminarMe encanto quiero una segunda parte, a pesar de que no era mi favorito apra que se quedara con Josefina igual merece ser feliz :)
ResponderEliminarMáx muy estilo al HDP. Me gustó
ResponderEliminarTe pasaste conti!!! Cada uno de tus libros dan para una serie completita!
ResponderEliminarOoooh.....còmo es que no me di cuenta de que se trataba de Max y lo acabo de leer recièn ahora??? Me encanta que Max retome su vida.Ahora si,tu Max,se convierte en mi Max !!
ResponderEliminarMe gustó mucho. Saludos.
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